Michel Sauval - Psicoanalista Jacques Lacan, Seminario "La angustia", Lectura y comentarios de Michel Sauval

Notas y comentarios
Sesión del 23 de enero de 1963

Freud pasa al acto

El caso de la joven homosexual femenina ha sido abordado en la sesión previa del 16 de enero, cuando analizó las relaciones entre acting out y pasaje al acto (ver notas y comentarios), y en esta sesión del 23 enero, cuando introduce el fórmula del "niederkommen lassen" (ver notas y comentarios), y cuando retoma el tema del acting out (ver notas y comentarios).
Este análisis se completa, ahora, con la crítica a la posición adoptada por Freud y la cuestión principal que motivó el abordaje de ese caso: los límites del análisis freudiano ("la roca viva de la castración") y la función del objeto a en la transferencia (ver
notas y comentarios sobre objeto parcial y transferencia correspondiente a la sesión del 9 de enero).

En 1957 la crítica de Lacan era que al suponer que la joven homosexual quería engañarlo, a él, Freud se ubicaba en el plano imaginario, obstaculizando el despliegue del registro simbólico de la mentira, no distinguía el registro imaginario del simbólico en la transferencia. Pero en 1963 la apuesta doctrinal ya no se reduce al ternario RSI, sino a la función del objeto a, y el problema es cómo debe ubicarse el analista respecto al mismo en la transferencia. Por eso ubicará el error de Freud en su necesidad de sostener la "Zutrauen, la confianza en el inconsciente", cuya consecuencia será (cómo ya lo señaló en la sesión anterior) "dejarla caer", "pasar al acto". Veamos cómo y por qué.

Freud relata que los sueños de la joven homosexual "anticipaban la cura de la inversión por el tratamiento, expresaban su júbilo por las perspectivas de vida que ahora se le abrían, confesaban la añoranza por el amor de un hombre y por tener hijos y, así, podían saludarse como feliz preparación para la mudanza deseada" (1). Pero, al mismo tiempo, la joven no le escondía que "meditaba, si, casarse, pero sólo para sustraerse de la tiranía del padre y vivir sin estorbo sus reales inclinaciones. Con el marido, decía con un dejo de desprecio, despacharía lo que era debido; y en definitiva era bien posible, como lo mostraba el ejemplo de la dama venerada, mantener relaciones sexuales simultáneas con un hombre y una mujer" (2).

El modo en que Freud intenta resolver esta paradoja del tipo de la de Epiménides, en la que "ella misma le dice que le miente" (3), es el siguiente: "el sueño no es lo inconsciente; es la forma en que un pensamiento que ha quedado pendiente desde lo preconsciente, o aún desde lo consciente de la vida de vigilia, pudo ser trasegado merced a las condiciones favorables del estado del dormir. Dentro de este último, ganó el apoyo de mociones inconscientes de deseo y experimentó así la desfiguración por obra del "trabajo del sueño", que está determinado por los mecanismos que rigen para lo inconsciente. En nuestra soñante, el propósito de engañarme, tal como solía hacerlo con su padre, provenía del preconsciente, si es que no era consciente; ahora bien, pudo abrirse paso en la medida en que se conectó a la moción inconsciente de deseo y de agradar al padre o a su sustituto), y así creó un sueño mendaz. Los dos propósitos, el de engañar al padre y el de agradarle, provienen del mismo complejo, el primero creció por la represión del segundo, y este es reconducido al primero por el trabajo del sueño. Por tanto, ni hablar de una depreciación de lo inconsciente, de un debilitamiento de la confianza en los resultados de nuestro análisis" (4)

Para Lacan, ese análisis no resuelve el problema o, mejor dicho, lo resuelve mal. En la medida en que Freud se ubica en la posición de imputarle a la joven la intención de engañarlo, a él, igual que al padre, se le escapa "lo que el sujeto quiere decir al mentir" (5). Freud queda conmovido "ante esta amenaza de fidelidad del inconsciente" (6), y "se niega a ver en la verdad, que es su pasión, la estructura de ficción que está en su origen" (7). No puede comprender que el "yo miento" es perfectamente admisible en la medida en que "aquello que miente es el deseo, en el momento en que, afirmándose como tal, entrega al sujeto a esa anulación lógica en la que se detiene el filósofo" (8) cuando denuncia la contradicción de ese "yo miento".

Lo revela la propia comparación que Freud establece entre la defensa y la hipnosis: "la impresión que daba su análisis se asemejaba a la de un tratamiento hipnótico en que la resistencia, de igual modo, se ha retirado hasta una determinada frontera donde, después, resulta inexpugnable" (9). Pero al no comprender que "la única cosa que no se ve en la hipnosis es precisamente el propio tapón o la mirada del hipnotizador, a saber, la causa de la hipnosis" (10), Freud no percibe que, en tanto ubicado en la posición del hipnotizador, él es el que contiene al objeto a, la causa no imaginarizable de la hipnosis. Y al creerse que la paciente "transfirió a mí esa radical desautorización del varón que la dominaba desde su desengaño por el padre" (11), no hace más que confirmar y dar consistencia a esa misma "actitud de despecho y de venganza hacia el padre" (12) con que la joven sostenía la ley del padre.

Apelando a su "experiencia" en cuanto a lo difícil que "es llevar a la comprensión del analizado precisamente esa sintomatología muda", Freud decide interrumpir el tratamiento, "tan pronto como hube reconocido la actitud de la muchacha hacia su padre, y aconsejé que si se atribuía valor al ensayo terapéutico se lo prosiguiese con una médica" (13).

Esta es la decisión que Lacan caracteriza como "tirar la toalla" (14) y "dejarla caer". Freud deja caer a la joven porque teme ser previamente abandonado por ella. Cuando Freud afirma que "lo peor estaba cantado, lo que quiere evitar es sentirse desilusionado. O sea que está dispuesto a hacerse ilusiones. Si se pone en guardia contra esas ilusiones, ya ha entrado en el juego. Realiza el juego imaginario. Lo convierte en real, porque él mismo está dentro" (15). Al no querer correr el riesgo de "ser engañado", al confundir un deseo con una "intensión", se le escapa lo que es una verdadera transferencia, no percibe que es en la interpretación del deseo de engañar que el camino se abre, y no se cierra, como él cree, al suponer que eso está dirigido contra él. En suma, confunde lo que ella piensa con donde ella está. No puede asumir que lo real del juego de la joven pasa por la posibilidad de que él sea dejado caer en tanto objeto pulsional, de que la joven lo deje caer "como soporte o portador de una mirada o incluso en tanto que mirada" (16)

La "mentira" de la joven homosexual vuelve a plantearle a Freud esa dimensión de sustracción que acompaña la feminidad (17), eso que "siempre permaneció para él en estado de pregunta - ¿que quiere una mujer?" (18).
Pero, según Lacan, "ahí está el punto ciego" de Freud, en la medida en que él "quiere que ella se lo diga todo" (
19). Ese es el meollo de su "Zutrauen", de su "confianza en el inconsciente". Freud espera del inconsciente lo mismo que de la mujer: "que se lo diga todo". Ese es el límite del análisis con Freud, que Lacan quiere subrayar. Ese límite es el que mantiene a Freud como "padre del psicoanálisis", en esa posición de hipnotizador que resguarda en si al objeto parcial signado de valor fálico. El límite freudiano de la "angustia de castración", obedece a "la no percepción de lo que debía ser propiamente analizado en la relación sincrónica del analizado con el analista respecto a la función del objeto parcial" (20), más precisamente, que "él [Freud] seguía siendo para su analizado el lugar de ese objeto parcial" (21).

La perspectiva que Lacan plantea para ir más allá de la impasse de la "roca viva de la castración" es la de "una práctica analítica basada en el análisis como espacio del objeto parcial, y no en el analista como lugar donde yace, definitivamente enquistado mediante el empaternamiento freudiano, ese objeto parcial por ende falicizado" (22)

Lacan termina esta sesión con lo que parece un cambio de posición respecto a su tradicional consigna del "retorno a Freud": "La Cosa freudiana es lo que Freud dejó caer - pero ella continúa tras su muerte, y es la que todavía se lleva toda la caza, que somos nosotros" (23)

Notas

(1) Sigmund Freud, "Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina", Obras Completas, Editorial Amorrortu, Tomo XVIII , página 157

(2) Idem

(3) Jacques Lacan, El Seminario, Libro X, La angustia, Editorial Paidos, página 142

(4) Sigmund Freud, op. cit., páginas 158/9

(5) Jacques Lacan, op. cit., página 143

(6) Idem

(7) Idem

(8) Idem

(9) Sigmund Freud, op. cit., página 156

(10) Jacques Lacan, op. cit., página 125

(11) Sigmund Freud, op. cit., página 157

(12) Idem, página 156

(13) Idem, página 157

(14) Jacques Lacan, op. cit., página 142

(15) Jacques Lacan, El Seminario, Libro IV, "La relación de objeto", Editorial Paidos, página 110

(16) Jean Allouch, "La sombra de tu perro. Discurso psicoanalítico. Discurso lesbiano", Ediciones Literales, página 55

(17) Problemática que Lacan asocia, en ese momento, con la "dulzura maleable" del I-Ching (ver nota en las Referencias de esta sesión) y con los celos de Freud respecto a Martha (ver nota en las Referencias de esta sesión)

(18) Jacques Lacan, El Seminario, Libro X, La angustia, Editorial Paidos, página 143

(19) Idem

(20) Idem, página 106

(21) Idem

(22) Jean Allouch, op. cit., página 58

(23) Jacques Lacan, op. cit., página 144

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