Psicoanálisis y Medicina

La urgencia... "analítica" (x)

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1 - Introducción

Quisiera llamar la atención sobre un punto que, no por trillado parece menos olvidado (con las consecuencias que este tipo de olvidos implica).

Me refiero a una serie de confusiones que, a mi entender, se han popularizado (lamentablemente), en torno a la relación demanda - deseo.

Que en toda demanda esté implicado un deseo es un rasgo de estructura. Pero este carácter "universal" del mismo, puesto de relieve por el psicoanálisis, es usado a menudo para a erigir a esta dupla en la última versión de lo que seria un nuevo Baedeker (1).

Veamos como

2 - La significación de la demanda

Todos coincidiremos rápidamente en la apreciación de que el hospital se presenta como un ámbito de cruces de discursos, un ámbito de condensación de demandas de muy diverso tipo y origen, y, correlativamente, de prácticas muy diversas, agrupadas bajo el común denominador de lo médico.

Para quienes reconocen en Lacan a uno de sus maestros, la primera referencia obligada sobre este tema es la intervención que el mismo pronunciara, el 16 de febrero de 1966 en la Salpetriere, en una mesa redonda organizada por el Colegio de Medicina de Francia.

Creo interesante retomar esta intervención pues nos permitirá ser precisos respecto a ciertos puntos capitales de las relaciones del psicoanálisis con otras prácticas (e incluso respecto del punto de las relaciones entre las diversas corrientes u orientaciones "dentro" mismo del psicoanálisis).

Lacan señala, por un lado, que "la dimensión donde se ejerce hablando estrictamente la función médica" es "la significación de la demanda", a saber, "la estructura de la falla que existe entre la demanda y el deseo".

"¿Dónde está el límite en que el médico debe actuar y a qué debe responder? A algo que se llama la demanda (...) Es en el registro del modo de respuesta a la demanda del enfermo donde está la posibilidad de supervivencia de la posición propiamente médica" (2).

Unas cuantas páginas más adelante precisa que "la posición que puede ocupar el psicoanalista (...) es la única desde donde el médico puede mantener la originalidad de siempre de su posición, es decir, la de aquel que tiene que responder a una demanda de saber" (3).

Hay algunas cuestiones a tener presente en esto.

Por un lado el desplazamiento, de un párrafo al otro, desde "la demanda del enfermo" a "una demanda de saber". Por otro lado, esta comunidad de "la posición que puede ocupar el psicoanalista" con aquella desde la cual el médico puede mantener "la originalidad de siempre" de la suya.

El primer desplazamiento responde a las siguientes consideraciones que hace Lacan:

"Cuando el enfermo es remitido al médico o cuando lo aborda, no digan que espera de él pura y simplemente la curación. Coloca al médico ante la prueba de sacarlo de su condición de enfermo, lo que es totalmente diferente, pues esto puede implicar que él esté totalmente atado a la idea de conservarla. Viene a veces a demandarnos que lo autentifiquemos como enfermo; en muchos otros casos viene, de la manera mas manifiesta, para demandarles que lo preserven en su enfermedad" (4).

En otras palabras, a diferencia de la equivalencia que la ciencia entiende entre simbólico y real, la "demanda del enfermo" no es equivalente a una demanda de curación entendida como una equivalencia entre curación y acción terapéutica sobre un cuerpo afectado por cierta enfermedad.

El "enfermo" no se refiere a su cuerpo del mismo modo en que lo aborda la ciencia.

Su cuerpo "no se caracteriza simplemente por la dimensión de la extensión: un cuerpo es algo que está hecho para gozar, gozar de sí mismo" (5).

En esta discordancia, hay dos aspectos a tener en cuenta. Por un lado, la cuestión básica de que "cuando cualquiera (...) nos pide algo, esto no es para nada idéntico (...) a aquello que desea" (6). En todo decir habita un deseo: "hay un deseo porque hay inconsciente, es decir, lenguaje que escapa al sujeto en su estructura y sus efectos, y hay siempre al nivel del lenguaje algo que está mas allá de la consciencia, y es allí donde puede situarse la función del deseo" (7). Esto es lo que remite al clásico eje del deseo y la "falta en ser".

Por otro lado, la cuestión que Lacan llamará "falla epistemo-somática" que resulta del hecho de que la "extensión de la eficacia de nuestros procedimientos de intervención en lo concerniente al cuerpo humano en base a los progresos científicos", la idea de una aprehensión purificada del cuerpo en la simple dimensión de la extensión, no agota lo que está en juego a nivel del cuerpo, la dimensión del goce.

Respecto de ambos aspectos de esta discordancia Lacan subraya la incidencia de la ciencia moderna:

"En la medida en que mas que nunca la ciencia tiene la palabra, mas que nunca se sostiene ese mito del sujeto supuesto al saber, y esto es lo que permite la existencia del fenómeno de la transferencia en tanto que remite a lo mas arraigado del deseo de saber" (8).

Es por estas consideraciones que Lacan concluye en la comunidad de las posiciones del médico y el psicoanalista como la de "aquel que tiene que responder a una demanda de saber", que es el nivel en que debe ubicarse entonces la inicial "demanda del enfermo".

Lo que se plantea entonces es el problema del "modo de respuesta" a dicha demanda.

3 - Demanda de análisis

En una conferencia dictada en octubre de 1975 en Ginebra, Lacan formaliza el "comienzo" de todo análisis como el momento en que el paciente "llega verdaderamente a dar forma a una demanda de análisis" (subrayado mío); momento a partir del cual el "paciente" deviene un "analizante", es decir aquél al que, si se trata de psicoanálisis, le corresponde trabajar: "la persona que hizo esa demanda de análisis, cuando comienza el trabajo, es ella quien trabaja" (9).

Y luego de tantos años de enseñanza, a Lacan no le parece superfluo agregar, insistir, en que: "para nada deben considerarla como alguien a quien ustedes deben moldear. Todo lo contrario."

La importancia de esa discontinuidad, de ese momento, es subrayado por Lacan al señalar que "es indispensable que esa demanda verdaderamente haya adquirido forma antes de que la acuesten" (10).

Lacan concluye el párrafo con esta pregunta: "¿Qué hacen ustedes allí? Esta pregunta es todo aquello por lo que me interrogo desde que comencé".

Lo primero que debe subrayarse es que el analista es caracterizado a partir de un "hacer", y no de un "ser". Cada cual podrá pretender "ser" lo que quiera, pero lo que importa, allí donde se es convocado en tanto analista, no es lo que se es (o cree ser) sino lo que se hace.

Esto implica que no hay un "ser" del analista sino un "hacer". En otras palabras, la constatación solo puede ser après coup (salvo que ese hacer fuese "decible" a priori). La temporalidad en juego no es la de la duración de las cosas sino la de los efectos del acto.

En segundo lugar, esta pregunta por el hacer analítico se funda en el rechazo de ciertos haceres, en particular en el rechazo del "trabajar" y del "moldear".

No olvidemos que en nuestra era moderna, bajo el régimen de producción capitalista, el concepto de trabajo es aquél por el cual todos los haceres pueden ser comparados, compatibilizados, conmensurabilizados. El trabajo es el valor de intercambio universal, el común denominador que permite realizar la equivalencia entre haceres totalmente dispares al reducirlos al estatuto de diferentes formas de consumo de un elemento común: la fuerza de trabajo.

En ese sentido, si el "hacer analítico" no es trabajar, ello implica que se caracteriza, en algún punto, en algún aspecto, por ser inconmensurable con todos los demás haceres, por ser irreductible a toda contabilización en términos de intercambios sociales.

En particular esto establece que el hacer del analista no puede inscribirse en el hacer/trabajar "profesional". El analista, en tanto analista, no es un profesional que vende su fuerza de trabajo a diferentes compradores, como ocurre en las llamadas profesiones liberales, y cuya única diferencia respecto de los asalariados comunes es que estos se la venden a un único comprador (diferencia que en otros aspectos no es nada secundaria).

El hacer del analista, en lo que este tendría de específico, sería heterogéneo con relación al mercado de la fuerza de trabajo.

En tercer lugar, "acostar" a una demanda, es decir, responder con una "oferta de análisis", no es una respuesta válida para cualquier demanda, solo es una respuesta válida para una "demanda de análisis"

En cuarto lugar, dicha "oferta", a diferencia de lo que podría inducirnos a pensar la semántica asociada a dicha palabra, tiene la dimensión de un acto: "acostar" una demanda de análisis, responder a esta demanda con una "oferta de análisis", esto implica el acto analítico, el comienzo de un análisis.

4 - Confusiones

Ahora bien, si hay un aspecto de las confusiones que pueden anudarse en torno a esta "oferta de análisis" es justamente la idea de que el análisis se "ofrece" como se ofrecen todas las mercancías en el mercado, en particular, como se ofrecen los servicios profesionales.

En ese sentido, no es raro oír que, el "escuchar" la demanda de los enfermos, por ejemplo, ofertar dicha "escucha", consiste, o equivale a sostener una oferta diferente a la que podrían hacerle otros profesionales, sostener una "oferta de análisis".

Pero la única manera de pensar en una "oferta de análisis" que perdure en el tiempo (como quien sostiene un determinado objeto ante la mirada de otro) es pensar en una temporalidad similar para el "analista", lo cual vuelve a plantear el estatuto del mismo al nivel del ser y no del acto.

Esta serie de desplazamientos también valen para la relación entre demanda y deseo.

Suponer que "escuchar" es "ofrecer análisis" implica que se está ofreciendo análisis a demandas que no son demandas de análisis, lo cual implica tomar a dichas demandas por lo que no son. Implica, por lo tanto, no haber "escuchado" dichas demandas, no atender a su forma y sus modulaciones. Implica reducir "la falla que existe entre la demanda y el deseo" al simple estatuto de un enunciado universal que dura en el tiempo, quitando de dicha relación la temporalidad que implica el acto de la enunciación.

Ese es quizás una de las modalidades mas sistemáticas de la también trillada fórmula de "la reducción del deseo a la demanda".

5 - Demanda y deseo

No existe un deseo, respecto de una demanda, en forma abstracta. El deseo es algo que resulta de la variación, de las modulaciones de la demanda, es decir, de la implicación subjetiva en juego en la enunciación.

Para decirlo con el ejemplo bastante conocido de la forma topológica del toro, la vuelta "en mas" que implica su agujero central, solo se deduce luego de dar una serie de vueltas en torno a su superficie, mas precisamente, de dar las vueltas "necesarias" para que pueda configurarse esta vuelta "en más". En ese sentido, no debe confundirse el agujero central del toro con el agujero que envuelve la superficie del mismo.

Operar con la demanda no tiene mas secretos que el descompletamiento que implica toda referencia a la enunciación. Pero este descompletar el enunciado por la introducción de la enunciación, es decir, del sujeto, no implica forzosamente el acto analítico. La introducción de la dimensión de la falta no implica que se haya aprehendido en dicha operación algo del objeto. Y solo hay acto analítico donde el objeto es agente, cuestión matematizada por Lacan en el seminario XVII con la estructura del discurso, pero ya introducida y analizada en los seminarios XIV y XV.

En particular, en el seminario XIV "La lógica del fantasma", Lacan señala que es imposible definir al acto sino es sobre el fundamento del doble bucle, de la repetición. "El acto es fundador del sujeto". El acto es el equivalente de la repetición, es la repetición en un solo trazo, es en el mismo, la doble bucle del significante. Lo que no implica que el significante pueda representarse a si mismo. El sujeto, en el acto, es equivalente a su significante, pero no queda por ello menos dividido (11).

El doble bucle de la repetición solo puede tener función de borde sobre algunas superficies, aquellas que resultan del corte constituido por este doble bucle (tal el cross-cap, el toro, la botella de Klein). La mas característica de estas superficies es la banda de Moebius. En tanto la consideremos constituida por el borde, esta superficie es simbólica del sujeto.

Volvamos al ejemplo del toro, cada vez que la demanda da una vuelta a su superficie se van dibujando dos dimensiones. Por un lado, el objeto de la demanda que, como ya sabemos, se revela huidizo, tan huidizo como el agujero aprehendido por la vuelta sobre la superficie del toro.

Por otro lado, ese agujero que implica la vuelta en mas que se va dibujando con las repetidas vueltas de la demanda, pero que solo puede aprehenderse como tal a partir de ese recorrido.

No hay que confundir las "rectificaciones subjetivas" (que resulta de las vueltas de la demanda sobre la superficie del toro, es decir, asociado al agujero interno a las mismas) con el sujeto que el acto funda y que es el que da lugar a esa "verdadera" demanda de análisis a la que refiere Lacan en el 75 (que es el que resulta de esa doble bucle que al tiempo que da una vuelta por la superficie del toro, también atrapa la vuelta en mas del agujero central).

Tomemos un ejemplo clásico, el caso Dora, de Freud, para recordar que lo que muchos creerían que fue un análisis, nunca pasó del simple estatuto de unas "entrevistas preliminares".

Pero no hubo análisis, por el hecho, reconocido en cierto modo por el propio Freud, de que sus prejuicios sobre las relaciones entre los sexos le impidieron ocupar la posición que el acto analítico requería. Quizás por eso, nunca hubo de parte de Dora, una "verdadera" "demanda de análisis". Hubo sueños, interpretaciones, sueños de "transferencia", etc. Pero no hubo análisis. Solo hubo un tratamiento de ciertas demandas, el cual permitió, incluso, una serie de inversiones dialécticas, una serie de cambios en la posición subjetiva de Dora.

Pero pensar, justamente, que todo cambio de posición subjetiva ya es una entrada en análisis es perder de vista completamente la dimensión del acto.

Lo cual implica una doble degradación.

Por un lado, implica suponer que los psicoanalistas somos los únicos que sabemos de la existencia de la polisemia del lenguaje, y que toda práctica sobre la misma y sobre sus implicaciones subjetivas ya es psicoanálisis. Y por el otro implica reducir el psicoanálisis a esa simple dimensión.

6 - La urgencia

Pretender enmarcar todas nuestras acciones "profesionales" en el campo del psicoanálisis solo puede conducir a lo peor, y testimonia de la "urgencia" conque a menudo respondemos ante la dimensión de la palabra, situación que Lacan subrayaba ya en los comienzos de su enseñanza: "Es tal el espanto que se apodera del hombre al descubrir la figura de su poder, que se aparta de ella en la acción misma que es la suya cuando esa acción la muestra desnuda. Es el caso del psicoanálisis" (12).

Muchas veces puede ocurrir que no sepamos que estamos haciendo, o por donde estamos yendo. Pero, como ya nos recordaba Freud, "cuando el caminante canta en la oscuridad, desmiente su estado de angustia, mas no por ello ve mas claro".

Esta urgencia tan común por encasillar tantas cosas bajo la denominación psicoanalítica solo tiene el valor de un "cantar en la oscuridad". En los hospitales, nuestra posición, como indicaba Lacan, está mucho mas cerca de la del médico.

Quizás ahora se pueda entender porque Lacan termina su intervención del 66 diciendo que siempre se ha considerado "un misionero del médico".

Notas

(x) Este artículo, publicado en el número 13 "La urgencia" (junio 1998) de la revista Psicoanálisis y el Hospital, es una versión resumida y adaptada de un texto más amplio presentado como clase, bajo el título "Los consejos del "viejo" Freud", en el seminario "El psicoanalista y la práctica hospitalaria", coordinado por Mario Pujó, dictado en EduPsi (el Programa de Seminarios por Internet de PsicoMundo)

(1) Nombre de una serie de guías turísticas publicadas por primera vez en Alemania por Karl Baedeker. Referido por Freud en "Inhibición, síntoma y angustia" (Obras Completas, Ed. Amorrortu, Tomo 20, páginas 91-2) a propósito del tema de las cosmovisiones filosóficas.

(2) J. Lacan, "Psicoanálisis y Medicina", en "Intervenciones y Textos", Ed. Manantial, páginas 90/1

(3) Idem, página 97

(4) ídem, página 91

(5) ídem, página 92

(6) ídem, página 91

(7) ídem, página 95

(8) ídem, página 98

(9) Jacques Lacan, "Conferencia en Ginebra sobre el síntoma", en "Intervenciones y Textos 2", Ed. Manantial, página 115

(10) ídem, página 119

(11) J. Lacan, "La lógica del fantasma", Seminario XIV, inédito, seminario del 15 de febrero de 1967

(12) J. Lacan, "Función y campo de la palabra y el lenguaje", Escritos I, Siglo XXI, página 232

(13) S. Freud, ídem, página 92

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