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Michel Sauval - Psicoanalista Jacques Lacan, Seminario "La angustia", Lectura y comentarios de Michel Sauval

Notas y comentarios
Sesión del 21 de noviembre de 1962

Charles Blondel y la conciencia mórbida

Lo que sigue es una pequeña selección de textos que presentan la obra y pensamiento de Charles Blondel

El pensamiento mórbido y el lenguaje

En la nota al pie número 19 de su versión crítica, Rodríguez Ponte traduce la siguiente nota de la versión ROU:

Nota de ROU:
"Ch. Blondel, op. cit. p. 161-2, § IV, El pensamiento mórbido y el lenguaje:
«[Dificultades del estudio de las reacciones intelectuales] [Ciertamente las reacciones afectivo-motrices y motrices de los enfermos nos revelan algo de su estado mental, pero el único medio de penetrar su diversidad es entrar en conversación con ellos y tomar notas de sus palabras. Mucho más que por medio del examen objetivo, las manifestaciones mórbidas intelectuales son puestas en evidencia por las modificaciones lingüísticas del régimen familiar de los conceptos. La expresión discursiva sin embargo es suficientemente flexible para adaptarse a diferentes situaciones mentales. Cuando sus capacidades de flexibilidad y de aproximación no son sobrepasadas, puede conservar una aparente normalidad aun recubriendo un pensamiento patológico. Nos es preciso por lo tanto] rodearnos de mil precauciones en el análisis y la interpretación de los decires de nuestros enfermos, incluso mientras parecen hablar nuestra lengua y no presentar ninguna idea delirante, cuando, por otra parte, las reacciones afectivo-motrices y motrices nos invitan a sospechar la calidad de sus procesos mentales. / Esta necesidad se hará más evidente todavía, si consideramos que el lenguaje mórbido nos es a veces completamente ininteligible y que, en estas condiciones, no podríamos argüir sin reserva sobre los casos donde nos parece de una perfecta inteligibilidad, puesto que esta inteligibilidad puede no ser más que aparente, tanto más cuanto que, de esa ininteligibilidad completa a esa apariencia de inteligibilidad perfecta, pasando por toda la gama de las fórmulas delirantes, la observación nos revela, de enfermo a enfermo, una impresionante continuidad.»".


Charles Blondel, la conciencia mórbida y la psicología colectiva

Fragmento del capítulo 6 "Psicologías y psicólogos en el período entre las dos guerras",
del libro "Historia de la psicología en Francia. Siglos XIX-XX", de Jaqueline Carroy, Annick Ohayon y Régine Plas
(tomado de
http://www.elseminario.com.ar/biblioteca/Carroy_Ohayon_Plas_Histiore_Psychologie_France_%206.htm)

Charles Blondel (1876-1939) pasó a la posteridad fundamentalmente por haber publicado en 1924 una suerte de panfleto titulado “La psychanalyse”, que fue recibido de manera favorable por muchos de sus contemporáneos pero que, en la actualidad, puede considerarse poco inspirado (cf. Cap. 7, parágrafo “Introducción del psicoanálisis en Francia : debates y controversias”). Esta escueta visión hace olvidar el impacto que tuvo su obra en el período entre las dos guerras, en particular, su tesis defendida en 1914 sobre la “conciencia mórbida” y la concepción profundamente novedosa de la enfermedad mental que en ella desarrolla.

Filósofo y médico psiquiatra, Blondel lleva el sello de las dos corrientes dominantes en Francia en las postrimerías del siglo XIX : la filosofía de Bergson y la sociología de Durkheim, continuada por los trabajos de Lucien Lévy-Bruhl sobre la mentalidad primitiva. La originalidad de Blondel radica en la aplicación constante de ambas en psicopatología, aunque a través del tiempo la influencia de la sociología se vuelve predominante sobre la de la filosofía. En el momento en que los psiquiatras franceses se interesan cada vez más por el psicoanálisis y la fenomenología para tratar de comprender el enigma de la enfermedad mental (cf. Cap.7, parágrafo “Psicología, fenomenología y ciencias humanas”), Charles Blondel instala, de esta manera, una nueva y polémica perspectiva al sugerirles basarse en la sociología.

Interno en la Salpêtrière en el servicio del profesor Deny, uno de los primeros en Francia en recibir y difundir las ideas de Kraepelin, Blondel tiene ocasión de reunir allí el material para su tesis de filosofía, que se hará famosa: La Conscience morbide. Essai de psychopathologie générale [Blondel, 1919]. Tesis que defiende en 1914 ante un jurado prestigioso compuesto por Lévy-Bruhl, Delbos, Picavet, Dumas, Lalande y Delacroix. Es muy notoria en este trabajo la influencia de Léy-Bruhl. Coincidente con él, Blondel afirma que no se puede seguir midiendo al primitivo con la misma vara que al civilizado, ni al enfermo mental con la misma vara que al sano. Cada uno presenta una estructura de pensamiento y una mentalidad específicas, que deben ser entendidas según el método durkhemiano. Es conveniente evitar la “intropatía” (en lenguaje actual “empatía”) y observar a los alienados desde “afuera” sin olvidar, como por otra parte sostenía Durkheim, que se trata de una exigencia de método y que al igual que los hechos sociales, los sujetos no son cosas.

Esta concepción hace, también, tabla rasa del principio del método patológico que sostiene que no hay diferencia de naturaleza entre lo normal y lo patológico. Blondel formula la hipótesis inversa: la conciencia mórbida posee heterogeneidad, especificidad y originalidad. Siguiendo a Durkheim, sostiene que lo esencial de nuestra vida mental proviene de la sociedad. Ahora bien, el enfermo mental sufre porque las palabras que emplea, los cuadros emocionales comprendidos y admitidos por todos ya no corresponden a su experiencia íntima. Es como si hubiera perdido la clave de todo lo que realiza la conciencia socializada: los modos de pensar, de sentir y de actuar colectivos, que aseguran la comprensión entre los hombres. El alienado se halla, entonces, retirado de la comunidad, aislado, autista -acá Blondel retoma la concepción de Bleuler-, presa del misterio y la angustia de lo desconocido. ¿Qué le queda, entonces, al individuo cuando la conciencia social lo ha abandonado? “Psiquismo puro” -enuncia Blondel siguiendo a Bergson, una conciencia que no es ni espacial, ni socializada, una conciencia reducida a la cenestesia, es decir al conjunto de sensaciones internas, puesto que el delirio no es otra cosa que el intento de dominar la angustia engendrada por la extrañeza de los mensajes que vienen desde el cuerpo.

El jurado recibió la tesis de Blondel con admiración por su carácter brillante e innovador pero con reservas, si nos atenemos al dictamen publicado en 1914 en La Revue de métaphysique et de morale. Georges Dumas reprocha al postulante de exagerar, por motivos de su argumentación, las contradicciones de la conciencia mórbida, de exagerar también la coherencia de la conciencia normal y de insistir demasiado en el aspecto sociológico de las emociones. Delacroix lo acusa de presentar en forma incomprensible tanto el pasaje de lo psicológico a lo social, como el de lo normal a lo patológico. De todas esas críticas, resulta que Blondel, para apuntalar su tesis, rechaza lo subjetivo, endurece las oposiciones entre individuo y sociedad, entre lo normal y lo patológico. Blondel termina por admitir, frente a sus detractores, que existe una continuidad de lo normal a lo anormal, pero que eso no impide poner el acento sobre las diferencias. Georges Dumas evocará esos reparos en su Traité de psychologie, lo que no impedirá, por otra parte, que solicite a su amigo Blondel la redacción de los capítulos consagrados a la volición y a la personalidad.

Once años después de su tesis, en el Journal de psychologie normale et pathologique [1925], Blondel retoma esas hipótesis en un artículo titulado “Psychologie pathologique et sociologie”, que constituye a la vez un llamado a sus colegas psiquiatras y una respuesta al artículo que Mauss publica en 1924 (cf. Cap. 7, parágrafo “La psicología y la sociología : ¿qué esperan los sociólogos de los psicólogos?”) La pregunta ya no es “¿qué esperan los sociólogos de los psicólogos?” sino “¿qué pueden esperar los médicos alienistas de la sociología?” Blondel advierte seriamente sobre el riesgo de extender su teoría, llevando a concebir la enfermedad mental como una regresión a la mentalidad primitiva, prelógica, lo que parece creer Mauss siguiendo a otros psiquiatras y al propio Freud. Si bien Lévy-Bruhl pudo demostrar que hay varias mentalidades colectivas y que, por ejemplo, el pensamiento primitivo y el pensamiento civilizado se diferencian en muchos puntos, ambos pensamientos son normales en el seno de su propia cultura y, más que nada, son mentalidades colectivas. Nada de eso ocurre con la conciencia mórbida que, según Blondel, es esencialmente individual: las manifestaciones psicopáticas no constituyen nunca nada que pueda parecerse a una mentalidad colectiva. Por ese hecho, resulta muy difícil hacer con ella una ciencia, puesto que sólo hay ciencia de lo general; como mucho podría hacerse su historia. Blondel enuncia aquí lo que para él determina la imposibilidad de hacer una verdadera psicología patológica. El único medio del que dispone el psiquiatra es finalmente recurrir a la nosografía, que se ha esforzado en agrupar los caracteres comunes a ciertas patologías. Si bien Lévy-Bruhl eligió como marco la clasificación de las sociedades, el psiquiatra no tiene otro ámbito que el de la clasificación de las entidades mórbidas. Este enorme desvío a través de la sociología conduce finalmente a Blondel, al penoso regreso a una clínica médica reducida a la nosografía. Concluye recordando, de acuerdo con Mauss, la “necesidad de una actitud nueva en psicología. No hay prueba más contundente de la existencia de esa necesidad que el éxito del psicoanálisis” [p.355]. Blondel tiene entonces un mínimo acuerdo con Freud sobre la idea de que todo está por hacerse, pero una vez más recuerda en qué se diferencia su método del de los freudianos. Blondel sólo intenta proporcionar una explicación de los trastornos mórbidos que respete su carácter patológico, su extrañeza, su originalidad y que no los haga desaparecer a fuerza de interpretarlos.

En adelante, la principal preocupación de Charles Blondel, se refiere a la vinculación entre lo psicológico y lo social, apuntando así a la construcción de una psicología colectiva. Publica un breve trabajo, Introduction à la psychologie collective [1928], donde intenta establecer las bases de esa nueva disciplina. El estudio de los procesos psíquicos y de sus lazos con la vida colectiva ha sido abordado, desde fines del siglo anterior, por muchos investigadores, bajo muchas denominaciones: interpsicología, psicología social, etc. Pero el proyecto de Blondel es más ambicioso. Lejos de ser sólo una rama de la psicología, la psicología colectiva debe constituir “su centro y su nudo” [Blondel, 1928, p.5]. Como lo ha demostrado Durkheim, lo social no está condicionado por lo psicológico, sino a la inversa. Lo social está, por lo tanto, en el centro de todos los hechos mentales: del pensamiento, de la memoria, y sobre todo, de la vida afectiva. Gran parte de este opúsculo, por otra parte, está dedicada a la dimensión social de los sentimientos, de las emociones, de las voliciones. Este libro marcará profundamente a Lucien Febvre, quien lo cita a menudo, e inspirará buena parte de las reflexiones del historiador sobre la vida afectiva.

Blondel permaneció muchos años como profesor en Estrasburgo, donde fue colega y amigo de los historiadores Marc Bloch y Lucien Febvre, y recién en 1937, fue designado profesor de psicología en la Sorbona. No fue precisamente por haber sido contrario al psicoanálisis que su carrera universitaria se vio truncada, sino tal vez, por haber sido un psicólogo demasiado cercano a los sociólogos y propenso a cederles un territorio demasiado vasto. En su Psychologie collective, el autor propone, por ejemplo, esta jerarquización de las disciplinas inspirada según su interpretación de Auguste Comte: “Las ciencias que se ocupan de la mente humana, de sus manifestaciones, de sus causas y efectos deben clasificarse en el siguiente orden: psicofisiología, psicología colectiva, psicología individual” [ibíd., p.11]. Por último, Blondel ha sido reconocido por los sociólogos y los historiadores, tanto o más que por los psicólogos. Se vio enfrentado en todos los casos a la posición dominante de la psicología patológica, representada por Pierre Janet y Georges Dumas. Así se explica que, cuando promediando los años 30, se constituyó una efímera Sociedad de psicología colectiva, la presidencia recayera en Janet y no en él.


Las concepciones de Chales Blondel

Fragmento de "Breve historia de la consciencia del cuerpo", de Jean Starobinski (tomado de http://www.elseminario.com.ar/biblioteca/Starobinski_Conciencia_cuerpo.htm )

...conviene dedicar un momento de atención a la teoría expuesta por Charles Blondel, en 1914, en "La conciencia mórbida". (Médico y filósofo, Charles Blondel sigue primero las enseñanzas de Durkheim y de Bergson; tras la guerra, escribe uno de los primeros estudios importantes sobre Proust y dedica al psicoanálisis una obra apresurada y decepcionante). En "La conciencia mórbida", Blondel opone a la «teoría periférica» un poder activo y este poder activo es el lenguaje. No porque sea inexistente el mensaje cenestésico: pero lo que explica los trastornos de la conciencia mórbida no es su supuesta perturbación. Según Blondel, una teoría puramente fisiológica no es apta para dar cuenta de los fenómenos observados por el clínico. Las «masas cenestésicas» (que también llama lo «psicológico puro») no determinan por sí solas la enfermedad mental: el factor «mórbido» reside por entero en la insuficiencia de la respuesta verbal a las percepciones corporales -respuesta que el individuo elabora en el acto de pensamiento por medio de las herramientas lingüísticas que ha recibido de la sociedad. Al observar, como lo había hecho Dupré en sus estudios sobre las cenestopatías, que los enfermos hacen un alarde de fórmulas metafóricas para describir sus síntomas, Blondel localiza la anomalía no en el contenido (supuestamente neutro) de la información nerviosa corporal, sino en un defecto de la «acción eliminadora» que tendría que haber resultado de la intervención favorable del lenguaje.

La conciencia normal, según Blondel, elimina lo individual, lo «psicológico puro», al poner en acción los conceptos y herramientas interpretativas ofrecidas por el sistema de las representaciones colectivas. La ley del lenguaje, que es el resultado de un aprendizaje social, tiene como función impersonalizar la expresión que damos de nuestros estados individuales. Blondel cita a este respecto un pasaje revelador de Durkheim: «Hay realmente una parte de nosotros mismos que no está situada bajo la dependencia inmediata del factor orgánico: es todo lo que, en nosotros, representa a la sociedad. Las ideas generales que la religión o la ciencia graban en nuestras mentes, las operaciones mentales que suponen esas ideas, las creencias y los sentimientos que se hallan en la base de nuestra vida moral, todas esas formas superiores de la actividad psíquica que la sociedad despierta y desarrolla en nosotros no van a remolque del cuerpo, como nuestras sensaciones y nuestros estados cenes-tésicos. Es que [...] el mundo de las representaciones en el cual se desarrolla la vida social se sobreañade a su sustrato material, en lugar de proceder de él».

De todo ello, Blondel deduce que la conciencia normal es una conciencia en la que el dato cenestésico está dominado y reprimido por el sistema impersonal del discurso socializado. Al creer afirmar su yo, en realidad, el individuo racional hace triunfar las normas colectivas. La conciencia mórbida, incapaz de utilizar el lenguaje como lo ordena la instancia colectiva, es una conciencia sumida en lo individual cenestésico, en lo no-verbal o lo pre-verbal que el uso de las más atrevidas metáforas no consigue llevar a la expresión. Blondel no deja de destacar el carácter poético de esos intentos: es dar a entender que la poesía es refractaria a las normas sociales, que se sitúa en los aledaños de lo «psicológico puro», que tiene algo en común con la «conciencia mórbida»...

No es pues el cuerpo quien impone su ley a la conciencia. Es la sociedad quien, por mediación del lenguaje, toma el mando de la conciencia, e imprime su ley al cuerpo. La teoría de Blondel tiende a excluir el cuerpo, como fuente causal, para volver a encontrarlo más tarde como agente de las intenciones expresivas que le impone el individuo bajo el dictado de la conciencia colectiva. Por eso vemos cómo se desplaza el interés del cuerpo según la fisiología (esencialmente productor de informaciones internas destinadas a ser filtradas por el lenguaje) al cuerpo según la sociedad (esencialmente efectuador de mensajes portadores de significado, según el código y las reglas de la colectividad). Las prescripciones sociales no imponen sólo el lenguaje, sino también las manifestaciones corporales no verbales; no hay nada, en las líneas que siguen, que no pueda ser suscrito y aprobado por los sociólogos o por los «paralingüistas» que nos hablan hoy del «cuerpo como medio de expresión»:

«Para la expresión motriz y vasomotora de nuestros estados anímicos estamos sordamente preocupados por encontrar la nota justa, por realizar la mímica, regulada y definida por los usos y conveniencias, que correspondan a la emoción-patrón a la que se refiere nuestra propia emoción. Desde este punto de vista, la mímica parece haber recibido, por decirlo así, de la colectividad su morfología y su sintaxis [...]. Pensándolo bien, no existe ni una sola de nuestras manifestaciones motrices que no esté así más o menos estrictamente definida y con respecto a la cual no exista un modelo colectivo. Es decir, un concepto motor, al que tiene que adecuarse»

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