Michel Sauval - Psicoanalista Jacques Lacan, Seminario "Lógica del fantasma", Lectura y comentarios de Michel Sauval

Sesión del 15 de febrero de 1967
"Alienación y repetición"

Notas de lectura y comentarios
La ubicación de las citas es indicada con paginación de la edición Paidós

Alienación

1 - Alienación y repetición

La repetición no es de lo similar o semejante. En la repetición se pone en juego una diferencia.

Esto se puede ilustrar en la misma caracterización del costado “exitoso” que podría tener un síntoma, o una acción obsesiva, como la de la paciente de Freud de la conferencia 17°, ya que en ese caso, no necesitaría seguir repitiéndose. Si nos atenemos a las primeras interpretaciones que da Freud, en términos de que la acción obsesiva viene a rescatar al marido de su impotencia, realizando una mostración de la mancha que no hubo (o que el marido también realizó fallidamente al volcar tinta roja en un lugar incorrecto o inadecuado de las sábanas), ese costado “exitoso” de la acción obsesiva, no obstante, no agota su repetición. Si la “exitosa” fuera la “interpretación”, con la conclusión de la repetición, podríamos suponer, como se plantea en muchas psicoterapias, que el problema se reduce a una hermenéutica, donde el síntoma desaparecería simplemente por poder “expresar” su “contenido” de un modo más “correcto”.

Algo similar se podría asociar al nivel del simple hablar, del decir cosas, donde se supone que cierta puntuación de ese hablar debería permitir la acción y retroacción necesaria para coagular algún significado. Sin embargo, no por casualidad es tan frecuente que nos encontremos con que tengamos que volver a decir lo que dijimos, quizás para decirlo “mejor”, lo cual no dejará de ser una “repetición” de lo que dijimos, ya que, aunque sea exactamente lo mismo que lo que ya “dijimos”, ya no será “igual” dicho una segunda vez. Podemos ilustrarlo con este esquema de acción y retroacción en juego en la repetición.

Lo que se juega en la repetición es algo que no termina de ser atrapado, o concluido, con una significación “adecuada”. En la repetición hay algo más, que “falta” en lo que se repite.
Lo que había que repetir deviene lo repetido, “el trazo en que se sustenta lo que es repetido en tanto que repitente debe reencontrarse en el origen marcando por ese hecho lo repetido como tal” (152).
Hay algo que insiste, como ausencia, a partir de que se inscribe. Como vimos con el ejemplo de la paciente de Freud, la mancha de tinta que vuelca el marido inscribe algo que no hubo. Una primera interpretación es que la mancha de tinta inscribe la mancha de sangre que no hubo, pero en realidad, esa mancha de sangre que no hubo, ya es una interpretación de lo que falta, de lo que falla, y que anima esa repetición.

En la operación de la "alienación", la repetición implica que el vaciamiento de la intersección es constantemente “actualizado”, marcando tanto la falta como las formas de su “positivización”.
El Ello se positiviza en una forma de ser, en decir “soy eso”. E inversamente, tendremos también ese pasaje donde un círculo está de alguna manera oculto, eclipsado por el otro, y lo que se produce en sentido inverso, es que el inconsciente, en su esencia poética, viene al lugar de este "no pienso" revelando "la incapacidad de toda Bedeutung para cubrir lo que concierne al sexo" (107), cubrir la significación del sexo. En el inconsciente se nos revela la verdad de la estructura de la primera elección forzada que es el objeto a, bajo la forma del agujero del pensamiento. En ese defecto del pensamiento ya está presente la función del objeto a.

La alienación es el significante del Otro barrado S(Ⱥ), hace del Otro un campo marcado de la misma finitud que el sujeto, que es la que resulta de depender de los efectos del significante. El Otro está fracturado del mismo modo en que el doble bucle de la repetición marca al sujeto.
De ello resulta "la división en el corazón de las condiciones de la verdad" (154). Esta “decadencia” permanente del Otro es inextirpable del dato de la experiencia subjetiva, y pone en su centro el fenómeno de la creencia en su ambigüedad, constituida por el hecho que no es por accidente ni ignorancia que la verdad se presenta en la dimensión de lo cuestionable: "el fenómeno de la creencia no puede considerarse como hecho de defecto sino por estructura" (155).

Sobre ese mismo soporte del Otro barrado habría que poder ubicar también otros términos, como por ejemplo, la angustia del Otro, verdadera raíz de la posición del sujeto como posición masoquista, en tanto “un punto de goce” es esencialmente identificable como “goce del Otro”. “Ninguna otra cosa en el sujeto se atraviesa realmente a sí misma ni se perfora como tal sino este punto que, del goce, constituye el goce del Otro” (156)

2 - Topología

Si el doble bucle trazado por la repetición "nos impone una topología es porque no es sobre cualquier superficie que puede tener función de borde" (156).
Por ejemplo, es imposible lograrlo sobre una esfera, pero sí sobre el toro, o sobre el cross-cap (o plano proyectivo), y sobre la botella de Klein. Lo importante es saber lo que, en cada una de estas superficies, resulta del corte constituido por el doble bucle, cual es la estructura de las superficies así instauradas.

Con las superficies topológicas, aquello mismo que se supone que debería servir para facilitarnos su comprensión, es lo que, a menudo, funciona como principal obstáculo para ello: su representación.
Es el caso, especialmente, del Cross cap o de la botella de Klein, por ser superficies de cuatro dimensiones, es decir, irrepresentables en el máximo de tres dimensiones de nuestro espacio visual, salvo utilizando diversos trucos metafóricos.
El toro es más simpático, en tanto se adecúa a las tres dimensiones. La más paradójica quizás sea la banda de Moebius que, en principio la más “simple”, al ser una superficie de 2 dimensiones, presenta las complicaciones de tener un solo borde, y requerir malabarismos en tres dimensiones para poder “representarla”.

En todos los casos, el costado imaginario de todas estas representaciones resulta el más cautivante, condicionando, con su propia estructura especular, el entendimiento de lo que está en juego. En particular, nos cautiva imaginándolas como un cuerpo estable, fijo en el espacio, manipulable en función de esa “corporeidad”. Pero lo que importa, en esas superficies, son las relaciones que hay entre los puntos de la misma (lo que a veces se intenta representar, metafóricamente, con el desplazamiento de hormigas o alguna cosa que pueda representar los desplazamientos posibles de un elemento propio de la superficie), y las restricciones o condiciones que implican los bordes de las mismas. Esas superficies se pueden estirar, acortar, doblar, etc., y lo que vale son los desplazamientos de sus puntos.

Empecemos con la banda de Moebius. Dijimos que es una superficie de solo dos dimensiones, esto significa que un punto móvil en esa superficie puede moverse en dos direcciones. Pero tiene la particularidad de tener un solo borde, es decir, es una superficie unilateral. Para poder “representarla” de un modo “intuitivo”, resulta que tenemos que agregar una dimensión, pasar al espacio. El modo habitual es partir de una superficie, recortando un rectángulo, para lo cual, en los ejercicios prácticos utilizaremos un papel o cualquier tipo de material que pueda “representar” una “superficie”, con el problema de que con eso ya le estamos agregando “espesor” a la superficie, y así pasamos a las tres dimensiones.

Repasemos cómo se suele imaginar la construcción de la banda de Moebius. Tenemos un rectángulo de tres dimensiones (las dos del plano, más la tercera del espesor), y lo podemos doblar hasta juntar y pegar dos de sus lados, o bordes, opuestos. Según como peguemos esos dos bordes, la superficie resultante será bilateral o unilateral. En el esquema siguiente, si pegamos A con D y B con C entonces tenemos un cilindro, que es una superficie bilateral, es decir, que los puntos “exteriores” de la superficie no se pueden conectar con los puntos “interiores”. Es una superficie que tiene dos “lados”.

En cambio, si pegamos A con C y B con D, entonces tendremos una superficie de Moebius, que es unilateral, tiene un solo lado, a pesar de estar representada en tres dimensiones.
Un modo de ilustrar la diferencia entre unilateral y bilateral es que si toman un marcador y comienzan a dibujar una línea sobre las superficies, sin cruzar ningún borde, en el caso del cilindro tendrán una línea sobre el lado exterior y ninguna línea en el interior. En cambio en la banda de Moebius, la línea que van dibujando con el marcador va a recorrer la superficie del rectángulo “inicial”, de los dos “lados”, que ahora, por la torsión realizada al pegar sus bordes opuestos, resulta ser un lado “único”, y la línea termina alcanzando su punto inicial sin levantar nunca el marcador de la superficie.
En términos más generales, podemos decir que siempre que peguemos los bordes opuestos del rectángulo con una cantidad impar de torsiones, tendremos una superficie unilateral, y con una cantidad par de torsiones, una superficie bilateral.

Si ahora, al cilindro, lo estiran hasta pegar su borde superior con su borde inferior, el cilindro se transforma en un tubo, y al pegar esos bordes, resulta un toro.

Toro - Topología Lacan

Así, a partir del rectángulo, obtenemos estas dos superficies, donde lo que importa es como se pueden desplazar o relacionar los puntos de cada una de ellas, sin importar cuan grande o chicas sean, cuanto las estiremos para un lado u otro, etc.
Para el caso de una banda de Moebius, por ejemplo, puntos que, en apariencia, están de “lados” opuestos (como sería en el caso del cilindro o del toro), pueden revelarse estando de un mismo “lado”. El ejemplo clásico es el chiste del “familionario(1), donde por un lado tenemos un trato “familiar” y por el otro un trato de “millonario”, como dos “lados” "diferentes", pero que en un momento resultan “coincidir” en la fórmula de “familionariamente”.

En el caso del toro, tenemos un tubo que envuelve un espacio. Ese “tubo” lo podemos pensar como un tubo de resortes, para dar cuenta de cómo esa superficie representa una sucesión, interminable, de vueltas, como podría ilustrarlo esos juguetes llamados “resorte mágico”.

Así podemos representar las vueltas de las demandas, y lo que se pone en juego en la repetición que las mismas tienen. En primer lugar, que al ser una superficie bilateral, el recorrido de esas vueltas por el lado “exterior” no podrá encontrarse con ningún punto de lado “interior”, envolviendo así un espacio, un agujero “común” a todas esas vueltas. Cada demanda reenvía a otra demanda, sin poder terminar de atrapar lo que pretende cernir (el "agujero" que rodea cada demanda).

Las formas polimorfas que conocemos bajo el término regresión, deben ordenarse como regresión tópica, temporal o formal, ya que “no hay regresión homogénea” (153).
La raíz común de estas formas ha de encontrarse en “el efecto retorno de la repetición”.

En segundo lugar, si el recorrido de las vueltas por la superficie exterior se une al punto de partida del mismo, resulta que habrá recorrido, al mismo tiempo, una vuelta “extra”, una vuelta más, que es la circunscribe “otro” espacio, otro "agujero", diferente del constituido por el lado “interior” de la superficie (que sería el objeto de la demanda), sino el agujero conformado por el “lado exterior”, el agujero del centro del toro. Ese “otro” agujero puede representarse como el del espacio “interior” de otro toro enganchado con el primero.

De este modo podemos representar la articulación de la "vuelta de más" del toro con el agujero de la demanda de “Otro” toro.
Hay cierto uso del término "demanda" que lo somete a las "exigencias actuales" (155), a una pretendida actualidad de su objeto, que hace girar el análisis en torno de la frustración y la gratificación. Pero lo que se pone en juego en un análisis no tiene nada que ver con una “exigencia actual” que se le pretenda endilgar a la demanda, sino para “saber lo que demanda”. Esto es lo que lo conduce, por la vía de demandarle al Otro, que le demande algo, que es lo que muestra que el problema de la demanda se ubica al nivel del Otro. La vuelta “de más” de la demanda nos permite representar cómo el “deseo” del neurótico gira en torno a la demanda del Otro, y el problema es cómo situar esta función de la demanda sobre el soporte del Otro barrado, en tanto lo que el neurótico demanda es ser objeto causa del deseo del Otro.
Eso es lo que importa respecto de estas superficies, es decir, cómo los cortes constituyen bordes que delimitan y constituyen las relaciones de los puntos sobre las mismas.

Si volvemos sobre banda de Moebius, vimos que tiene un borde único, y podemos tomarla como simbólica del sujeto en tanto solo el borde constituye esa superficie. Si la cortamos exactamente por el medio, longitudinalmente, que sería lo mismo que hacer la “banda” cada vez más estrecha hasta reducirla a una línea, nos vamos a encontrar con el doble bucle

Si mantenemos cierto ancho de esa banda, veremos que tras el corte, ya no tendremos la superficie de Moebius (de una sola cara, es decir, no orientable, con un solo borde) ya que la superficie resultante pasa a tener un derecho y un envés (dos caras, orientable).
Con el resultado de ese corte mediano, cociendo de otro modo sus bordes, obtenemos la superficie de un toro, sobre la que sigue marcado el corte constituido por el doble bucle de la repetición.

Banda de Moebius y Toro - Topología Lacan

Estas referencias topológicas son útiles para “imaginarizarnos” (158) los dos sentidos de las operaciones diferentes de la alienación.

Por un lado, la elección necesaria del "yo no pienso" amputado del "Ello" de la estructura lógica.
Podríamos imaginarizarlo como un completar el “objeto” de la demanda del Otro (el agujero interior del toro de la demanda del Otro), en tanto la estructura gramatical se organiza, también, a partir de la repetición de la demanda. El vaciamiento de la intersección de la alienación conduce a esta “positivización” de la amputación, del agujero, del “no pienso”, que no significa que no se hable, o que no se demande, sino, justamente, que es una respuesta a lo que plantea la repetición en la alienación, la tachadura del Otro, la “decadencia” del Otro, dándole su consistencia a un “yo” como resultado de la negación del “je” (“pas je”).

Por el otro, el elemento que no se puede elegir, que conjuga el núcleo del inconsciente con un "yo no soy", bien marcado en lo que en la estructura del sueño se aprecia como "inmixión del sujeto", el carácter indeterminado del sujeto que asumiría el pensamiento inconsciente, es decir, donde lo que se pone en juego es el agujero “exterior” de ese toro de demandas del Otro, en tanto que las vueltas de la demanda de ese toro exponen ese otro hueco, el deseo del Otro.

La repetición permite poner en correspondencia "dos modos bajo los cuales el sujeto puede manifestarse en su condicionamiento temporal, que corresponden a los dos estatutos definidos como el del “je” de la "alienación" (en tanto elección forzada al “no pienso”) y como el que revela la posición del inconsciente en las condiciones específicas que no son otras que las del análisis" (158).

3 - Acto y repetición

A nivel del esquema temporal tenemos, el "pasaje al acto" permitido en la operación de la alienación, y el "acting-out" que corresponde al término imposible de elegir.

¿Qué significa acto?

El acto no es una manifestación de movimiento. El acto solo puede definirse sobre el fundamento de la doble bucle, es decir, de la repetición. Y es precisamente en esto que "el acto es fundador del sujeto" (159).
El acto es el equivalente de “la repetición en un solo trazo”, tal como lo vimos recién con el corte que se puede hacer por el medio de la banda de Moebius. Él es, en sí mismo, el doble bucle del significante.

Lo importante no es tanto la definición del acto como sus consecuencias, lo que resulta del acto como cambios en la superficie. Si después del acto la superficie es de otra estructura en tal caso, o es de otra estructura diferente en tal otro caso, o si en algunos casos no cambia, eso nos proporciona modelos de la incidencia del acto no tanto en la determinación como en las mutaciones del sujeto.

El acto es el único lugar donde “el significante tiene la apariencia, o la función, de significarse a sí mismo” (161).
En el acto el sujeto es equivalente a su significante, sin por ello resultar menos dividido. En el acto es representado como división pura. La división es su "Repräsentanz" (2).
Es a partir de esta “representación” (“représentance”) del sujeto como esencialmente dividido que se puede apreciar como la función de Repräsentanz puede afectar lo que se llama representación.
Esto hace depender la Vorstellung de un efecto de Repräsentanz.

En Freud, los términos “Verwerfung” y “Verleugnung” se plantean como modos en los que el “yo” se aparta del "mundo exterior", resultando de ello el retorno de un trozo de esa "realidad externa", que no estaría subjetivada ni inscripta, por lo que toma la forma de delirio o alucinación. En la represión, en cambio, lo que retorna es un trozo de "realidad psíquica" y la forma de retorno son sueños, síntomas, formaciones del inconsciente. La operación que realiza Lacan consiste en conectar la afirmación freudiana referida al “Hombre de los Lobos” -"no quiso saber nada de ella en el sentido de la represión"- con el texto "La negación", diferenciando estos términos como modalidades de rechazo de la castración: Verwerfung (forclusión), Verleugnung (denegación) o Verdrängung (represión).

La Verleugnung, que no es igual a la Verwerfung, "siempre tiene que ver con la ambigüedad que resulta de los efectos del acto como tal" (160). La rúbrica de la Verleugnung es el laberinto propio del reconocimiento de esos efectos por un sujeto que no puede reconocerlos, puesto que ha sido transformado, todo entero, por el acto. Si hubo un acto, hay una denegación de lo que se hizo, un sujeto que no puede reconocer el alcance de lo que hizo ya que ha sido transformado por ese acto.

El ejemplo clásico es el de César cruzando el Rubicón. La dimensión de acto de ese cruce no radica en ninguno de los aspectos físicos de lo que sería cruzar ese río poco profundo, de régimen torrencial, del nordeste de Italia, que discurre por la provincia de Forlì-Cesena y desemboca en el mar Adriático, sino las coordenadas simbólicas en juego en ese gesto. Con este cruce, César, en ese entonces gobernador de las Galias, le declara la guerra a la República de Roma, ya que a ningún general le era permitido el entrar en la jurisdicción de Roma con sus legiones. El enunciado que se le atribuye y da cuenta del acto es la famosa “Alea jacta est” (“la suerte está hechada”). No hay posibilidad de vuelta atrás, Julio César se plantea como "otro", ya no como simple general o gobernador, sino como eventual emperador. El acto no está definido por el simple “movimiento” físico, sino por esas coordenadas simbólicas.

El modelo que nos brinda el acto como división y último soporte del sujeto es el que motiva el ascenso a la cima de la filosofía de la función de la existencia, que es la forma velada bajo la cual se presenta, para el pensamiento, el carácter original del acto en su función de sujeto. Si el acto permaneció velado para Santo Tomás es porque la otra posibilidad de corte nos es ofrecida en la parte imposible de elegir de la alienación, y llega a nuestro alcance por medio del análisis. Cuando el corte interviene en la otra cima, la que corresponde a la conjunción del inconsciente y el "yo no soy", es lo que se llama acting-out.

Si nos ubicamos al nivel de la alienación, donde el "je" se funda en un "yo no pienso", si no soy más que el "je" que instaura la estructura lógica, el "yo actúo" (159) no es efectuación motriz. Para que "yo camino" devenga un acto, es necesario que camine, y que lo diga. Obviamente, no basta que solo lo proclame. No se trata de una cuestión de "compromiso" (con sus efectos cómicos conocidos). Lo importante debe buscarse allí donde la estructura lógica nos ofrece, en tanto tal, “la posibilidad de transformar en acto lo que en primera instancia no es otra cosa que una pura y simple acción” (159).

Hay repetición intrínseca en todo acto, por el efecto de retroacción, que se ejerce como incidencia significante en su núcleo, y retroacción de esta incidencia significante sobre "el caso" en cuestión, cualquiera sea.

Notas

(1) Sigmund Freud, “El chiste y su relación con el inconsciente”, Obras Completas, Editorial Amorrortu, Tomo VIII
un precioso chiste de Heine, quien hace gloriarse a uno de sus personajes, el pobre agente de lotería Hirsch-Hyacinth, de que el gran barón de Rothschild lo ha tratado como a uno de los suyos, por entero «famillonarmente» («famillionär»)”

(2) En Freud el término Repräsentanz se usa principalmente aglutinado con otros, por ejemplo: Triebrepräsentanz, Psychischerepräsentanz, Vorstellungsrepräsentanz, Affektrepräsentanz.

 

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