Michel Sauval - Psicoanalista Jacques Lacan, Seminario "Lógica del fantasma", Lectura y comentarios de Michel Sauval

Sesión del 15 de febrero de 1967
"Alienación y repetición"

Notas de lectura y comentarios
La ubicación de las citas es indicada con paginación de la edición Paidós

Repetición

1 - La "justa" posición

En la sesión anterior, Lacan le preguntaba a Jakobson respecto a la eventual necesidad de un "cambio radical" en la posición subjetiva de quienes seguían su enseñanza, es decir, si "en las consecuencias de lo que enseña (...) tiene un sentido la palabra discípulo" (100). Sobre el final de sus respuestas a las demás preguntas del público, ante el pedido de Jakobson de que reformule la suya, le pregunta si: "¿Acaso el modo de relación que hace surgir el hecho que sea usted el que transmite esta disciplina, acaso para usted algo que es de la dimensión de lo que es ser un discípulo es algo esencial, exigible y que cuente para usted?" (145).

Constreñido a dar respuesta, Jakobson acota la situación a lo que sería un aspecto vocacional como característica general: "el lingüista es un hombre que conserva una actitud infantil ante la lengua", la lengua misma le interesa, "se vuelve para él el fenómeno más esencial en una complejidad". De ahí el peligro de un acento demasiado unilateral sobre la lengua, y la necesidad de lo interdisciplinario, lo que justifica cierta necesidad de ser también "discípulo" ... de "otras disciplinas, para ver la lengua desde afuera" (146).

Al comenzar esta sesión, Lacan retoma estas inquietudes, pero ahora en relación con su propia enseñanza, reformulándolaa de un modo más radical: “¿de qué naturaleza es el saber analítico?”, y “¿cómo pasa en lo real?" (147).

La vía por la que esa enseñanza pasaría a lo real sería la de la Verwerfung, cuya fórmula es conocida: “todo lo rechazado en lo simbólico reaparece en lo real” (147).
El “rechazo” en juego es el que vendría produciéndose, “a la posición del analista”, entre ciertas generaciones que se autorizan en la calificación de “psicoanalista” pero no quieren saber nada de lo que sería su único saber, como se expresa en la pretensión de afirmar el “Yo” como fuente y origen del “ser” y abogar su prevalencia en la cima del discurso de la ciencia.

Este rechazo del saber inconsciente, este rechazo en lo simbólico, entonces, "debe ser focalizado en un campo subjetivo, en alguna parte, para reaparecer en un nivel correlativo en lo real" (148).
Ese "campo subjetivo" estaría conformado por el interés de quienes asisten a su seminario, que sería un "interés bien real", donde se produciría ese retorno, tanto en términos del interés del público como del desarrollo de la enseñanza de Lacan. Esto daría lugar a "una generación de psicoanalistas en la cual se encarnará la justa posición del sujeto en tanto que es necesaria para el acto analítico" (subrayado mío) (148).

Esto nos deja un tendal de preguntas: ¿cuál sería esa justa posición?, ¿de qué sujeto se trata?, ¿en qué consiste el “acto”? ¿El sujeto del inconsciente, o el sujeto de la posición de objeto a?
Una justa posición exigida … ¿al paciente o al analista?

Recordemos que ese mismo año se planteará la “proposición de octubre”, con la formulación lacaniana del fin de análisis y la propuesta del pase.
Lacan ya ha definido la posición del analista como objeto a. Pero está claro que este no es, para decirlo de un modo básico, el objeto a de su propio fantasma, sino el del fantasma del paciente, el objeto causa del deseo del Otro del paciente.

La posición del analista no es la de un especialista que tiene un saber teórico sobre los problemas del paciente y que puede responderle con las respuesta que por ignorancia le estarían faltando.
No hay analizante sin la puesta en forma del sujeto supuesto saber. Una eventual “intersubjetividad” está cuestionada de ambos “lados”.
Todo esto plantea la cuestión del “acto”, en particular, del “acto analítico” (no por casualidad ese será el título del seminario del año siguiente).

A modo de coda, Lacan señala que cuando haya llegado "el tiempo de madurez de esa generación", se podrá medir la distancia recorrida desde "los prejuicios de donde habrá sido necesario extraer el trazado que necesita esta realización del análisis" (entre esos prejuicios se incluirá el estructuralismo).

2 - Compulsión de repetición

El tema central de esta sesión es el de la repetición.
La introducción por parte de Freud, del concepto de "compulsión de repetición", "Wiederholungszwang", en su "Más allá del principio de placer" (1), reformula y constituye un nuevo estatuto del “sujeto del inconsciente”.
Esta repetición forzada rompe con esa homeostasis que hasta entonces daba el modelo de la función psíquica, haciendo eco de la que necesitaría la sustancia del organismo que la redobla y la repite, y que Freud define por “la ley de la menor tensión”, presentándose en contradicción con la ley primitiva que se había enunciado en el “principio de placer”.

No es que Lacan descubre ahora el “más allá del principio del placer”. Ese texto y la pulsión de muerte ya fueron referencia en el “seminario sobre la carta robada” para “reconocer que el automatismo de repetición (Wiederholungszwang) toma su principio en lo que hemos llamado la insistencia de la cadena significante(2) (subrayado mio), como lo desarrolla con la construcción de la red de los 
Pero ahora ya tenemos el objeto a como real, y la articulación planteada entre el Ello y el Inconsciente con la elección forzada de los términos del cogito. De ahí lo de un “nuevo estatuto” del “sujeto del inconsciente”, puesto que está desarrollando la lógica de la fórmula $ <> a.

Volviendo a la “compulsión de repetición”, Freud extrema su pensamiento extendiéndola a un campo que no solo envuelve la manifestación de lo vivo sino que incluye a esta en el paréntesis de un retorno a lo inanimado: "una pulsión sería entonces un esfuerzo, inherente a lo orgánico vivo, de reproducción de un estado anterior, que lo vivo debió resignar bajo el influjo de fuerzas perturbadoras externas"(3) (subrayado de Freud). El “estado anterior” es también la “meta de toda vida”, es la muerte, en tanto “lo inanimado estuvo ahí antes que lo vivo(4). Entonces, la pulsión, en tanto esfuerzo de reproducción, incluye el “estado anterior”, que no es solo lo inanimado en sí, sino en tanto lo que lo vivo “debió resignar”. La pulsión siempre incluye la reproducción de una pérdida.

Freud ya había articulado (mucho antes de "Más allá del principio de placer") en "Tres ensayos de teoría sexual", la imposibilidad del “reencuentro” del objeto, señalando que el objeto de la pulsión "no está enlazado originariamente con ella". Pero lo perdido ahora con la repetición, hace a la constitución misma del sujeto: "la pulsión reprimida nunca cesa de aspirar a su satisfacción plena, que consistiría en la repetición de una vivencia primaria de satisfacción; todas las formaciones sustitutivas y reactivas, y todas las sublimaciones, son insuficientes para cancelar su tensión acuciante, y la diferencia entre el placer de satisfacción hallado y el pretendido engendra el factor pulsionante que no admite aferrarse a ninguna de las situaciones establecidas sino que, en palabras del poeta, ‘acicatea, indomeñado, siempre hacia adelante " (5).
Nunca hay una coincidencia entre las satisfacciones hallada y pretendida, la repetición incluye algo perdido, una diferencia.

Esta inclusión de la muerte en la reproducción de la compulsión de repetición, formula una tendencia que extiende su ley más allá de la duración de una vida que, en tanto "conjunto de funciones", ya no se ajustaría al objetivo de la definición clásica de Bichat de "resistir a la muerte" (6) , sino que pasa a ser el campo "donde se significa que la muerte sería, para la vida, su riel" (150). En otros términos, no se trata del “estado” de la vida, sino de su “sentido”. Aunque "la meta de toda vida sea la muerte", las pulsiones aseguran que "el camino hacia la muerte" no es directo ni sencillo, ya que en la realización de esa "meta", "el organismo solo quiere morir a su manera" (7) (subrayado mío).
Este “a su manera” implica que hay que recorrer ciertos circuitos, ya que las pulsiones son “pulsiones parciales destinadas a asegurar el camino hacia la muerte peculiar del organismo ya alejar otras posibilidades de regreso a lo inorgánico(8). Es decir, algo que podemos “leer en signos”, que tienen una aparente espontaneidad vital, pero en los que se requiere “que haya un sujeto”, puesto que no se trata de una simple degradación de la burbuja vital, sino de algo que se formula en “un pensamiento de retorno”, “un pensamiento de repetición” (150). Son las situaciones que Freud refiere con "reacción terapéutica negativa", o el "masoquismo primordial", lo que en una vida insiste en permanecer en la enfermedad o el fracaso.

Este "pensamiento de repetición" no es lo mismo que la memoria, que también convoca a la huella pero no tiene por efecto la repetición. Esta tampoco podría deducirse dinámicamente del principio de placer, cuyo mantenimiento del mínimo de tensión, de ningún modo implica la repetición. El reencuentro de una situación de placer, en su mismidad, si implica algún cierre de circuito, solo podría realizarlo por la vía de una estructura externa.

En la Wiederholungszwang, en cambio, una situación que se repite, por ejemplo, como situación de fracaso, implica coordenadas que no son de más o de menos tensión, sino de identidad significante, de + o -, como signo de lo que debe ser repetido.
Pero ese signo no es portado como tal por la situación primera, ella no está marcada por el signo de la repetición (de lo contrario, no sería la situación primera). Ella "deviene situación repetida y por ese hecho se pierde como situación de origen: hay algo perdido por el hecho de la repetición" (152).

3 - Repetición

Podríamos ilustrarlo con "la asombrosa acción obsesiva" de la paciente que Freud presenta en la “17° Conferencias de "Introducción al Psicoanálisis", que "corría de una habitación a la habitación contigua. se paraba ahí en determinado lugar frente a la mesa situada en medio de ella, tiraba del llamador para que acudiese su mucama, le daba algún encargo trivial o aún la despachaba sin dárselo, y de nuevo corría a la habitación primera" (9), acción que era repetida "varias veces al día". Se podría decir que se repite exactamente “lo mismo”, hasta en el mismo sitio.

Unas primeras asociaciones relacionan esta acción obsesiva repetitiva con lo ocurrido en la noche de bodas de la paciente, en la que su esposo, bastante mayor que ella, resultó impotente. "Esa noche, él corrió incontables veces desde su habitación a la de ella para repetir el intento, y siempre sin éxito. A la mañana dijo, fastidiado: ‘es como para que uno tenga que avergonzarse frente a la mucama cuando haga la cama’, y cogió un frasco de tinta roja, que por casualidad se encontraba en la habitación, y volcó su contenido sobre la sábana, pero no justamente en el sitio que habría tenido derecho a exhibir una mancha así" (10).

Freud señala que al principio solo hallaba una “concordancia” con "el repetido correr-de-una-habitación-a- la-otra, y tal vez con la entrada de la mucama". Hasta que la paciente le señaló la mancha que había en el mantel, sobre la mesa de la segunda habitación, y cómo ella se situaba en la misma de modo que no pasara inadvertida. La conclusión que extrae Freud es que la paciente se identifica con su marido, "representa su papel" imitando su corrida de una habitación a la otra, al tiempo que sustituye la cama y la sábana por la mesa y el mantel. La acción repetida, entonces, "parece ser una figuración, una repetición de aquella significativa escena"(11) , cuyo núcleo es el llamado a la mucama, ante cuyos ojos expone la mancha, por oposición a lo que dijo su marido ese día sobre el "avergonzarse". En otros términos, la paciente "no se limitó a repetir la escena, sino que la prosiguió, y al hacerlo la corrigió, la rectificó", elevando al marido por sobre su infortunio de entonces. Ella se hace cargo del fracaso del otro.
La invocación al Otro está claramente presente en la convocatoria de la mucama como alguien otro que observe y convalide lo que pertenecía a otra escena, aquella en que no sucedió lo que se esperaba que ocurriera, donde no hubo la marca necesaria para sellar el hecho que validaría el matrimonio.

La paciente vuelve una y otra vez a mostrar la mancha, pero en esa repetición hay una diferencia fundamental entre la escena que reitera la acción obsesiva y la escena a la que remite.
La mancha, que no hubo, "existe" a partir de “otra” mancha, la mancha que inscribe su ausencia, una mancha de tinta volcada en un lugar inapropiado, que inscribe la relación fallida por la impotencia del marido.
La repetición engendra ahí una marca, es la repetición misma de la marca.

El acto sintomático arma una escena donde el sujeto puede reconocer la marca de algún acto que ocurrió con relación a su cuerpo, la repetición de la marca es una huella de algo que debió ocurrir en el cuerpo
El acto sintomático, en ese sentido, parece exitoso en tanto pretensión de corrección de esa falla, pero al mismo tiempo, la repetición es repetición del fracaso de ese acto que queda como no realizado. La repetición, que en un sentido es exitosa, en otro sentido condena al sujeto a un destino de fracaso, sostiene indefinidamente el sufrimiento neurótico, y nunca puede por sí misma realizar el “acto” que “curaría” el síntoma. Por más veces que la paciente llame a la mucama y le muestre la mancha, no va, por esa acción, realizar el sangrado correspondiente a la pérdida de virginidad que se espera del acto nupcial. La repetición realiza y falla el acto, a la vez.

La repetición reactualiza la pérdida originaria, implica que la pérdida originaria no está allá lejos, perdida en el pasado, sino que, en función de la repetición, esta pérdida es constantemente actualizada. El límite al recordar tiene que ver con el hecho mismo de que la repetición reactualiza constantemente a la pérdida originaria. Es lo que dice Freud en "Sobre la dinámica de la transferencia" al señalar que "nadie puede ser ajusticiado in absentia o in effigie"(12) . La idea reprimida es eficaz y es actual porque la repetición pone en acto la pérdida originaria. Cada vez que está en juego algo del orden de la subjetividad, la pérdida originaria está en ese mismo momento actualizada.

Huella del pensamiento

El pensamiento “es el efecto del significante, es decir, de la huella” (148). Freud inventó un método para detectar la huella del pensamiento ahí donde el pensamiento mismo la enmascara buscando reconocerse de otro modo que como la huella lo designa.
Si el rasgo unario juega el rol de coordenada simbólica en la repetición es en tanto excluye "que sean la similitud y la diferencia los que se planteen en el principio de la diferenciación" (151). El Uno contable, diferente del Uno unificante, permite designar como "unos" objetos completamente heteróclitos. Esto es lo que nos da la función del número y todo lo que se instaura de la operación de recurrencia, cuya demostración se apoya en que lo que sea verdad para "n+1" también lo es para "n".

Esto funda un ser de verdad que es enteramente de deslizamiento, una especie de verdad que es la "sombra del número", que no hace mella sobre ningún real. El Uno basal de esta operación de recurrencia no está ya ahí, sino que se instaura de la repetición misma.
La identidad se logra en la imposibilidad de la identidad. La identidad que se logra reposa en el rasgo unario que es la forma en que se inscribe esa diferencia significante en el cuerpo. La pura diferencia tiene una marca que une, a modo de cópula, lo idéntico con lo diferente.

El grafo de la topología del retorno permite imaginarizar la solidaridad del efecto directivo y el efecto retroactivo, lo que ocurre cuando, por efecto del repitente, lo que había que repetir deviene lo repetido. “El trazo en que se sustenta lo que es repetido en tanto que repitente debe reencontrarse en el origen marcando por ese hecho lo repetido como tal” (152).

Ocho interior

Ese trazado es el del doble bucle, u ocho interior, que retorna sobre lo que se repite dando el efecto retroactivo que impone la relación tercera que , del 1 al 2, constituye ese retorno, brindando ese elemento no numerable del "1 adicional". Ese "1 en más" no es reducible a la serie de los números (ni adicionable ni sustraíble a ese 1 y a ese 2), por eso también puede decirse que es "1 en más" (153).

Las formas polimorfas que conocemos bajo el término regresión, deben ordenarse como regresión tópica, temporal o formal, ya que “no hay regresión homogénea” (153).
La raíz común de estas formas ha de encontrarse en “el efecto retorno de la repetición”.

Notas

(1) Sigmund Freud, "Más allá del allá del principio de placer", Obras Completas, Editorial Amorrortu, Tomo XVIII

(2) Jacques Lacan, “Seminario sobre la carta robada”, Escritos 1, Editorial Siglo XXI, página 23

(3) Sigmund Freud, "Más allá del allá del principio de placer", Obras Completas, Editorial Amorrortu, Tomo XVIII, página 36

(4) Idem, página 38

(5) Idem, página 42.
La cita de Freud es del "Mefistófeles" de Fausto, parte I, escena 42

(6) Marie François Xavier Bichat, "Recherches physiologiques sur la vie et la mort", Masson et Cie, Paris 1805.
La vie est l’ensemble des fonctions qui résistent à la mort” (“La vida es el conjunto de funciones que resisten a la muerte”)
Bichat es la figura más heroica de las que marcaron la revolución de la medicina a finales del siglo XVIII y principios del XIX en París. Su "Investigación fisiológica sobre la vida y la muerte" es un clásico de la fisiología, en la distinción entre vida orgánica (vegetativa) y vida animal (relacional), así como en las llamativas descripciones de cómo la muerte se propaga entre los órganos principales, corazón, cerebro, pulmones.

(7) Sigmund Freud, "Más allá del allá del principio de placer", Obras Completas, Editorial Amorrortu, Tomo XVIII, página 39

(8) Idem

(9) Sigmund Freud, "El sentido de los síntomas", 17° Conferencia de Introducción al Psicoanálisis, Obras Completas, Editorial Amorrortu, Tomo XVI, página 239

(10) Idem

(11) Idem, página 240

(12) Sigmund Freud, "Sobre la dinámica de la transferencia", Obras Completas, Editorial Amorrortu, Tomo XII, página 105

 

 

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