Michel Sauval - Psicoanalista Jacques Lacan, Seminario "Lógica del fantasma", Lectura y comentarios de Michel Sauval

Sesión del 10 de mayo de 1967
"El Otro es el cuerpo"

Notas de lectura y comentarios
La ubicación de las citas es indicada con paginación de la edición Paidós

El cuerpo es el Otro

1 - Ser rechazado

Lacan retoma el libro de Bergler "La neurosis básica" (1), del que decía, al poco tiempo de su publicación en francés en la editorial Payot, que "reúne y asocia observaciones numerosas y ciertamente situables en la práctica", pero que le resulta "llamativo ver cómo puede errar un analista en la interpretación de los propios hechos que expone" (2).

En ese libro Bergler compila los resultados de 22 años de experiencia clínica y concluye en que solo habría una "neurosis básica" caracterizada por la regresión oral y un masoquismo psíquico, organizado a partir del siguiente "triple mecanismo":

Para Bergler, lo distintivo de la regresión oral no se reduce al deseo del pecho materno, sino que funciona como el punto final de la regresión.

Aunque para Lacan no es cierto que la pulsión oral consista en “querer obtener, en especial, el pecho”, concuerda en que en ella encontremos que “el sujeto quiere ser rechazado” (265).
De ahí la pregunta de Lacan sobre por qué el punto más radical de esta neurosis oral es "ser rechazado", y en qué ese término "es pertinente" (265).

Lacan descarta el abordaje intersubjetivo y la eventual referencia a la "exclusión radical y mutua de las consciencias" (266) de la lectura Sartreana de Hegel, en la que un “o él o yo” surgiría en cuanto aparece como tal la dimensión del sujeto en una concepción como absolutamente autónomo.

Lacan cuestiona la introducción de la etiqueta de “masoquismo psíquico” (266) con la que Bergler califica lo que sería la asunción del carácter “humillante” del “rechazo”.
Es inexacto caracterizar el “masoquismo” por el hecho que el sujeto asuma como tal el lado penoso de una situación. Y abordar las cosas por ese ángulo lleva a hacer del “sadomasoquismo” un registro especial de toda la relación analítica, lo que, para Lacan, sería “una verdadera perversión del pensamiento de Freud, de la teoría y de la práctica” (267).

En realidad, las conceptualizaciones de Freud respecto al masoquismo no escapan de la línea de confusiones que se anudan en la conformación y perduración de este epónimo.
Freud nunca se interesó, ni en la vida, ni en la obra, ni de Sacher-Masoch, ni de Sade. Su referencia para los términos "masoquismo" y "sadismo" es Krafft-Ebing, a quien atribuye el bautismo de dichas perversiones, entendidas como la inclinación a infligir dolor al objeto sexual, en sus conformaciones activa o pasiva.
Desde los “Tres ensayos de teoría sexual”, Freud entiende como un caso de "algolagnia" activa el sadismo y pasiva el masoquismo. Desde el principio, sadismo y masoquismo son referencias nosológicas que utiliza para abordar las relaciones entre placer y displacer, como criterio general y comprensivo de todas las variantes y detalles en que pudiera instrumentarse la obtención de placer por la producción de dolor o displacer en el objeto sexual, y esa será la referencia de base, a lo largo de todas modificaciones conceptuales que luego vaya realizando en su obra, con relación a estos términos. Sadismo y masoquismo no derivan de eventuales historiales (ni siquiera de historiales “masoquistas” como los que se agrupan en “pegan a un niño”) sino que son referencias más generales que nominan componentes o características de las pulsiones sexuales .

Mientras sostuvo la primacía del principio de placer, el sadismo fue primario, no sin algunos problemas formales, en la medida en que infligir dolor en otro no tiene ningún papel entre las acciones-meta originarias de la pulsión. Es necesaria una trasmudación al masoquismo, es decir, la vuelta sobre la persona propia, para que las sensaciones de dolor, como otras sensaciones de displacer, puedan desbordar sobre la excitación sexual y, de ese modo, producir un estado placentero en aras del cual pueda consentirse el displacer del dolor. Recién entonces puede surgir, retrogresivamente, la meta sádica de infligir dolor en el cuerpo de otra persona como algo placentero, por identificación con el yo del otro. Es decir, que la asociación del placer con el dolor sería una meta originariamente masoquista, pero que sólo puede devenir meta pulsional en quien es originariamente sádico . El masoquismo primario queda excluido por la primacía del principio de placer: solo podría ser el resultado de una mudanza de un sadismo primario entendido como componente agresivo de la pulsión sexual. No puede ser masoquista quien no haya sido primeramente sádico, y no puede ser efectiva, o acabadamente sádico quien no haya pasado por una posición masoquista.

Recién cuando se plantee la perspectiva de un “más allá del principio de placer”, el masoquismo podrá adquirir estatuto primario. En ese entonces, la pareja sadismo masoquismo encontrará una de sus peores combinaciones cuando se conjuguen el sadismo del superyó con el masoquismo primario del yo. En suma, sadismo y masoquismo conforman en Freud un par que ordena la obtención de placer en el dolor o displacer por las vías activa o pasiva, y donde ninguno puede realizarse sin el otro, constituyendo una complementariedad indisociable.
Otra de las referencias que oficia de soporte para este ida y vuelta, es el narcisismo, el cual estructura un campo de relaciones duales que va a generar muchos problemas y confusiones. En primer lugar, la libidinización misma del yo, atenta contra la organización clásica del conflicto psíquico entre pulsiones sexuales y el yo. Mientras el yo no era investido libidinalmente, podía representar claramente la instancia que entra en conflicto con las pulsiones sexuales. Pero una vez devenido objeto libidinal, incluso reservorio libidinal, la estructura del conflicto corre riesgo de diluirse. La crítica al monismo pulsional de Jung y la defensa de una dualidad pulsional (en ese momento planteada entre pulsiones sexuales y pulsiones yoicas, más tarde entre pulsiones de vida y de muerte) se inscribe en la necesidad de mantener la referencia al conflicto psíquico, sin el cual no tenemos ni síntoma ni neurosis, y terminaríamos en un “rio de fango” (274), según los recuerdos de Jung que trae a colación Lacan.

Para Lacan, el masoquismo se define por el hecho que el sujeto toma la posición de objeto, en el sentido de "ese efecto de caída y de desecho o resto del advenimiento subjetivo" (267). Que el masoquista instaure una situación regulada de antemano en sus detalles, está en el principio de un beneficio de goce, independientemente de lo que quepa agregar respecto al mantenimiento del principio de placer. Goce estrechamente vinculado con una maniobra del Otro que se expresa bajo la forma del "contrato" (Sacher Masoch). Reducir el masoquismo a una aberración en el acceso más simple del placer, solo da lugar a todo tipo de abusos.

En la conformación de cualquier teoría aparece la relación de conocimiento entre la posición unificada de sujeto del "conocimiento" correlativo del objeto de esa conceptualización, que recubre la latencia de la enunciación. Por caso, refiriendo teorías de la transferencia, Lacan señalaba que "no solo entra en juego lo que el analista se propone hacer con el paciente", "también está lo que el analista se propone que su paciente haga de él" , deduciendo, por ejemplo, del análisis de la teoría de los objetos parciales de Abraham que "quería ser una madre completa"; y de los planteos de Nunberg en "Amor y transferencia", le resultaba "imposible no reparar en la aspiración a una posición divina" (3).
En ese rubro podríamos ubicar la "exasperación" que Lacan detecta en Bergler, no muy distante de lo que podría caracterizarse como una "actitud malvada" respecto de sus pacientes, a los que califica de "coleccionistas de injusticias" (267). .

Ahora bien, para que el "ser rechazado" pueda ser una dimensión esencial del neurótico, es necesario que, primeramente, se haya ofrecido. Y esa oferta intentará hacerse demanda, tanto en la neurosis como en la cura analítica.
La clave de la posición del neurótico es esa relación estrecha a la demanda del Otro, demanda que el neurótico intenta hacer surgir con su oferta.

2 - "Tu eres..."

La trama del seminario es la estructuración del acto por el que, de la relación de un significante a otro, el sujeto nace, surge. Y esto exige, de esos significantes, "el material" (269).
Hacer un acto es introducir una relación entre significantes por la cual una coyuntura es consagrada como significativa, es decir, como ocasión de pensar (sin que la motricidad voluntaria sea en ello, una dimensión esencial).
¿Sería posible hablar de acto si los significantes en juego fueran, eventualmente, “hombre” y “mujer”? ¿Cuál es la relación entre dos seres pertenecientes a dos clases?
Lo primero que plantea la teoría y la experiencia analítica para caracterizarlo es que el acto sexual conlleva satisfacción. Pero ¿qué satisfacción? “¿A qué satisface el acto sexual?” (271)

El único registro donde la respuesta a esa pregunta pudiera ser "al placer" sería la afirmación teórica de un hedonismo como el que pretende ilustrar Diógenes con su gesto de masturbación.
Pero esa respuesta, además del precio que implica en términos de exclusión de la ciudad, es insuficiente.
La búsqueda implicada por el acto sexual hace aparecer una variedad de modos de satisfacción que es imposible captar en su conjunto por fuera de un escrutinio lógico que permita ubicar lo que la diferencia entre un ser masculino y un ser femenino conlleva. Justamente, lo que implica la afirmación "no hay acto sexual" es que no hay una repartición simple tipo "pieza macho" y "pieza hembra".

Lacan señala que cuando pronunció su famoso ejemplo de "tú eres mi mujer" (4), eso no alcanzaba a definirlo como "su hombre", a lo sumo se fundaba como su "algo", en un anhelo de pertenencia preñado de un pacto de preferencia.
Ese pacto no nos enseña nada en lo que concierne el ser del hombre o de la mujer. A lo sumo supone dos términos opuestos, la necesidad de que haya dos.
Pero "lo que es cada uno, o ninguno, está enteramente excluido del fundamento, en la palabra, de lo que concierne a la unión" (271).

Esto excluye también la categoría de la feminidad. La pregunta de Freud "qué quiere una mujer", que equivale a preguntar "qué es una mujer", aunque convocó a casi todo el arco psicoanalítico (Jones calificaba a Freud de “uxorioso(5)) y afectó a todos los que se le acercaron, nunca encontró respuesta o manera de saber algo más sobre lo que concierne al goce femenino.

El acto sexual implica, en todos los niveles, un elemento tercero. Sea que se trate de la madre en tanto toma lugar en la estructura edípica como prohibida, siempre presente en el deseo, y a la cual se enganchan todas las degradaciones de la vida amorosa. Sea que se trate del falo, que "debe faltar a quien lo tiene" - lo que implica la invención de una negación especial que permita que “no lo tenga sin por ello perderlo” - y que también se convierte en "el ser del partenaire que no lo tiene" (272). Sin olvidar, para ambos casos, que la condición de partida es que “no lo son”-

3 - Sexui-semejanza

La función de este tercero en este reparto, ¿explicaría? la ausencia del sexo en el extenso catálogo de "categorías" a través del cual Aristóteles clasifica los predicamentos o modos del ser.
En el tratado "Categorías" (6), Aristóteles clasifica las expresiones lingüísticas en expresiones simples (por ejemplo "hombre", "camina" o "duerme") y compuestas (por ejemplo "hombre camina" u "hombre duerme"). Las expresiones simples no afirman ni niegan nada por sí solas, sino solamente ligadas a otras expresiones, son meramente términos o "categorías", de las que Aristóteles clasifica 10: Sustancia: como "el hombre" o "el caballo"; Cantidad: como "uno o dos caballos"; Cualidad: como "redondo"; Relación: como "doble" o "mayor"; Lugar: como "en el mercado"; Tiempo: como "ayer" o "el año pasado"; Situación: como "sentado" o "acostado"; Hábito: como "armado" o "calzado"; Acción: como "cortar" o "quemar"; Pasión: como "es cortado" o "es quemado”.
A pesar de la dependencia que habitualmente se atribuye a la lógica Aristóteles respecto de la gramática, este no parece haber pensado, en momento alguno, en sostener, respecto de ningún ente, una categoría de sexo, a pesar de que la lengua griega está tan sometida como la francesa a lo que Pichon (7) llama la "sexui-semejanza" (273).

Según Damourette y Pichon, "las esencias variables del sustantivo son susceptibles de dos órdenes de inflexiones, correspondientes respectivamente a lo que las gramáticas habituales llaman género y número. Nos pareció preferible sustituir estas denominaciones, por tradicionales que fueran, por las de sexuisemejanza y cantidad", dado que "el significado muy general de la palabra "género", y especialmente sus significados filosóficos y biológicos frente a "especie", nos ha llevado a renunciar a este término para designar al repartitorio en cuestión. La palabra "sexui-semblance", que hemos elegido para sustituirlo, nos parece expresar la noción esencial que surge a primera vista de la consideración de este repartitorio”. “Todas las especies substanciales concebidas por el francés en el mundo nominal están, de una vez por todas, clasificadas en una de las dos physis de ese repartitorio”.

De ahí la pregunta del porqué la ausencia del sexo entre las categorías de Aristóteles.
Quizás, como también se pregunta Pichon, “¿sería el ser insexuable?” (273). Tal vez falte al “quididad del sexo”, y solo haya el falo.
Eso explicaría quizás la lucha, no menos salvaje que superficial, que se establece alrededor del falo, que se denomina la “lucha entre los sexos” (273).

4 - El lugar del Uno

Ese elemento tercero necesario al acto sexual, se traduce en la estructura por la triplicidad del objeto a, del Uno y del gran Otro.

El Uno concierne la pretendida unión sexual y designa ese campo donde se interroga la posibilidad del "acto de partición que necesitaría el reparto de funciones definidas como macho y hembra" (274).
Hay un abismo entre cualquier promoción de la bipolaridad macho hembra y lo que nos da la experiencia respecto el acto que la funda.

La metáfora del caldero, a la que recurrió Lacan en su discusión con Green, anticipa que hay en todo esto algo que remite a un “gap”, a un agujero.
"Es de ese campo designado Uno", numerado Uno, pero no asumido como unificante (hasta que lo hayamos probado), "de donde habla toda verdad" (274).
De ahí el impasse que genera Kriss al imponer en este campo su “interpretación” adaptativa a la pretendida “realidad” respecto del plagiarismo, dando lugar así al acting-out de los “sesos frescos”.


La verdad no tiene otra forma que el síntoma, entendido a este como “la significancia de las discordancias entre lo real y la razón por la que se da”, es decir, “la ideología” (274), si en ese término incluimos la percepción misma.
De hecho, la percepción es el modelo de toda ideología. Todo lo que existe de ideologías siempre ha estado construido sobre una reflexión primera que recaía sobre la percepción.

Es lo que tan espléndidamente nos ilustra Nasio cuando dice que “la neurosis es no tener una buena imagen de sí mismo(8), y a lo que él ayuda es que su paciente “vea más claro tres cosas: una, que vea más claro la imagen de él mismo, dos que vea más claro la relación con el otro, y tres que vea más claro también lo que puede pasar”. La supuesta “experiencia” que le otorga haber atendido entre 15 y 20 mil pacientes, le permite el siguiente circuito con cada uno de ellos: “miro su rostro, me concentro y primero imagino. Y después siento lo que imagino. Eso hace que tenga una fuerza emocional muy grande, y entonces las palabras con las que voy a hablarle a la otra persona, son palabras que van a estar adaptadas a ella, porque yo ya sentí lo que ella siente” (subrayado mío).
En suma, la antigua concepción de la interpretación como respuesta proyectiva de un proceso de introyección, tan simétricos como especulares uno del otro.

La mejor explicación de este “proceso” es la presentación de los problemas que el mismo podría encontrar en su desarrollo.
Por ejemplo, para Money-Kyrle una cura analítica se desarrolla bien cuando "hay una rápida oscilación entre introyección y proyección. Mientras el paciente habla, el analista se identificará introyectivamente con él y habiéndolo comprendido, dentro de S, lo reproyectará interpretando" (9). ¿Dónde se encontraría, según Money-Kyrle, la posibilidad del obstáculo? "Su comprensión falla siempre que el paciente aporte un material muy próximo a situaciones que el analista aún no haya aprendido a comprender", pues, sea lo que sea que haya quedado sin comprender, "este hecho crea una nueva situación, la cual es sentida como una tensión tanto de parte del analista como por el paciente".

¿En qué consiste el proceso de comprensión? La introyección es la identificación al paciente. La reproyección, en cambio, es una fase en que "el paciente es el representante de las primitivas partes inmaduras o enfermas de él [del analista], incluyendo sus objetos dañados, los cuales, al ser ahora comprendidos, son tratados por la interpretación en el mundo externo". En otros términos, la interpretación será correcta en la medida en que el paciente, a su vez, pueda "comprender" . Pero esa comprensión del paciente requiere de la comprensión previa, por parte del analista, de sus propios conflictos (los del analista) con sus propios objetos dañados, luego de la identificación introyectiva del paciente. Y esta "comprensión" del analista podría fallar cada vez que el paciente aporte material muy próximo a situaciones que el analista aún no hubiese "aprendido a comprender", es decir, cada vez que la situación analítica pusiese en juego agujeros o fallas en el propio análisis del analista.

Lo que en Money-Kyrle tiene una presentación “clínica” (con diversos casos, en ese artículo, de problemas de contratransferencia), en Nasio es lisa y llanamente la presentación de la “ideología” de la cura por empatía imaginaria.

En la base de todo lo que se aportó de “conocimiento”, solo hay, en su principio, el acto sexual.
Decir que hay relaciones con la verdad que no atañen al acto sexual, es lo que propiamente no es cierto.
Solo hay un dominio, al parecer, que no tendría relación con el acto sexual en tanto que atañe a la verdad: la matemática en el punto en que confluye con la lógica.
Eso es lo que lleva a Russell (10) a decir que uno jamás sabe si lo que uno avanza allí tiene algún sentido o es verdadero. ¿Qué relación podría haber entre esa verdad definida en términos de un sistema de axiomas a partir de los cuales se juzgará si el desarrollo es consistente, y la verdad que requiere la presencia, el cuestionamiento del acto sexual como tal? Quizás "tampoco ese maravilloso despliegue moderno de la lógica matemática no tenga relación con el suspenso de si hay o no un acto sexual" (275).

Que "lo verdadero concierne lo real en tanto estamos comprometidos por el acto sexual" (11) (exista este o no), es la fórmula más general y justa.
Es en el lugar de este Uno agujereado (los puntos suspensivos en el esquema del a, el Uno y el Otro) que se anuda todo síntoma, comportando por ello su costado de satisfacción.

Ese “agujero” en el campo del Uno es lo real que hace “discordancia” con las proyecciones ideológicas.
Un síntoma mantiene con el acto sexual relaciones más estrechas que la verdad con el "no pienso" fundamental donde el hombre aliena su "no soy" tan poco soportable.
Quizás por eso, "ser rechazado" pueda ser preferible a "no ser".

5 - El Otro es el cuerpo

El Otro es el lugar del significante, el cual no existe más que como repetición.
"El Otro es el reservorio de material para el acto" (276).

Lo imposible es lo real puro, podríamos decir que “antes” de todo significante.
La definición de lo posible exige siempre una primera simbolización. Entonces, ¿qué es el Otro? El Otro "es el cuerpo" (277).

Ya en tiempos de "Función y campo de la palabra y el lenguaje" Lacan señalaba que "la palabra en efecto es un don de lenguaje, y el lenguaje no es inmaterial. Es cuerpo sutil, pero es cuerpo. Las palabras están atrapadas en todas las imágenes corporales que cautivan al sujeto; pueden preñar a la histérica, identificarse con el objeto del penis-neid, representar el flujo de orina de la ambición uretral, o el excremento retenido del gozo avaricioso" (12).

Nuestra presencia de cuerpo animal es el primer lugar donde poner inscripciones, el “primer” significante.
Por cierta costumbre de apasionar las cosas, cuando se habla de heridas, se agrega "narcisista", cuando "lo importante de la herida es la cicatriz" (277).
El cuerpo está hecho para inscribir algo que se llama la marca, “está hecho para ser marcado” (277).

Cuando el Uno hace irrupción en el campo del Otro, es decir, al nivel del cuerpo, "el cuerpo cae en pedazos" (277).
El cuerpo fragmentado es lo que la experiencia demuestra existir en los orígenes subjetivos. El niño rompe la bella unidad del imperio del cuerpo materno y lo que resiente como amenaza es ser desgarrado por ella.
La fantasía mística de Eros como potencia unificante no es más que una compensación del temor ligado a ese “fantasma órfico” (278) del cuerpo despedazado.

Entre el campo del Uno y el campo del Otro “no hay ningún vínculo” (278).
Es por eso por lo que el Otro es también el inconsciente, es decir, el síntoma cortado de su verdad, pero cargado con el saber que contiene.
Lo que los “corta”, Uno del Otro, es lo que constituye el sujeto.

No hay sujeto de la verdad, sino del acto.
El sujeto no sabe nada de sí mismo. Lo que define una superficie en la estructura es el agujero que constituye con su borde.

Y en el nivel siguiente, el del volumen, no hay otro soporte del cuerpo que el filo que preside en su recorte y despedazamiento.
Justamente, “un álgebra de bordes” implica siempre que "el sujeto está un grado estructural por debajo de lo que constituye su cuerpo" (279).
Por eso su pasividad, puesto que depende de una marca sobre el cuerpo, no podría compensarse por ninguna actividad, así fuese su afirmación en acto.
El Otro es el Otro de lo que constituye el primer tiempo del punteado de la línea del esquema de la diada, a saber, el objeto a, de cuya inconmensurabilidad surge toda cuestión de medida.

No se ha probado en ningún sistema formal la posibilidad del acto sexual.
La no decibilidad no es irracionalidad, se cierne perfectamente bien, se la puede definir lógicamente..

Notas

(1) Edmund Bergler, "The basic neurose. Oral Regression and Psychic Masochism", "La névrose de base", "La neurosis básica. La regresión oral y el masoquismo psíquico"

(2) Jacques Lacan, El Seminario, Libro XI "Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis", (en la última sesión, del 24 de junio de 1964) Editorial Paidós, página 274

(3) Idem, página 165

(4) Jacques Lacan, El Seminario, Libro III “Las psicosis”, Editorial Paidós, página 57

(5) Ya en el seminario XI “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, en la sesión del 22 de enero de 1964 (“El inconsciente y la repetición”), Lacan señalaba: “En lo que toca a Freud y a su relación con el padre, no olvidemos que todo su esfuerzo lo llevó sencillamente a confesar que, para él, una pregunta quedaba en pie -se lo dijo a una de sus inter locutoras-. ¿Qué quiere una mujer? Pregunta que nunca resolvió: véase cuál fue efectivamente su relación con la mujer, su carácter uxorioso, como dice púdicamente Jones al respecto. Diremos que Freud tenía madera para ser un magnífico idealista apasionado, si no se hubiese dedicado al otro, bajo la forma de la histérica” (Editorial Paidós, página 35 ).

(6) Aristóteles, "Organon", Editorial Gredos

(7) Jacques Damourette y Eduard Pichon, "Des mots à la pensée. Essai de grammaire de la langue française", Editions d'Artrey, Paris ; en particular, del Libro I, el capítulo 4 "Sexuisemblance du substantif nominal" ("Sexui-semejanza del sustantivo nominal").

(8) Reportaje a Juan David Nasio, en el diario Clarín del 28 de agosto 2024 (“Es una eminencia del psicoanálisis …. ”)

Idem, página ALI-299

(9) Money-Kyrle: "Normal counter-transference and some deviations", publicado en el volumen XXXVII, de julio-octubre de 1956, páginas 360/6, del International Journal of Psychoanalysis , traducido y publicado en la Revista Uruguaya de Psicoanálisis como "Contratransferencia normal y algunas de sus desviaciones".

(10) Bertrand Russell, "Mysticism and Logic", "Misticismo y lógica".
"Las matemáticas puras consisten enteramente en afirmaciones en el sentido de que, si tal o cual proposición es verdadera de algo, entonces tal o cual otra proposición es verdadera de esa cosa. Es esencial no discutir si la primera proposición es realmente verdadera, y no mencionar qué es la cosa de la que se supone que es verdadera. [...] Así, las matemáticas pueden definirse como la materia en la que nunca sabemos de qué estamos hablando, ni si lo que estamos diciendo es verdad. Las personas que han estado desconcertadas por los comienzos de las matemáticas, espero, encontrarán consuelo en esta definición, y probablemente estarán de acuerdo en que es precisa".

Jacques-Alain Miller, "La orientación Lacaniana", Seminario 2001-2002 "Le désenchantement de la psychanalyse" ("El desencanto del psicoanálisis"). Inédito.
Hay una traducción al castellano de las sesiones del 15 y 22 de mayo de ese seminario en SobreVolando Lacan Quotidien, con el título de "Intuiciones Milanesas" (que es también el título de la exposición de Miller en ocasión de la creación de la Scuola Lacaniana di Psicoanalisi del Campo Freudiano en Italia, realizada en Milan. el 12 de mayo 2002.

(11) Página 437 de la versión de Staferla, eliminado por JAM.
Iría al final del primer párrafo de la página 276

(12) Jacques Lacan, “Función y Campo de la Palabra y el Lenguaje”, Escritos 1, Editorial Siglo XXI, página 289

 

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