Michel Sauval - Psicoanalista Jacques Lacan, Seminario "Lógica del fantasma", Lectura y comentarios de Michel Sauval

Sesión del 14 de junio de 1967
"El sádico y el masoquista"

Notas de lectura y comentarios
La ubicación de las citas es indicada con paginación de la edición Paidós

Sade y Masoch

1 - El "sujeto al goce"

El sádico juega con “el sujeto al goce” (330), introduciendo esa inflexión que nos hace pasar del sujeto al resto, al objeto a.
Esta subversión, el sádico la opera al nivel del Otro, regulando las relaciones del cuerpo al alma, el titilatio (1) de Spinoza , pretendiendo así poder gozar del cuerpo del Otro.
Esto plantea nuevamente la pregunta de si eso de lo que se goza, ¿goza? El sádico no sabe que es a esta pregunta que está enganchado, deviniendo el instrumento puro y simple de ella.
No sabe lo que hace como sujeto, tomado en la Verleugnung, aunque sepa de mil maneras interpretarla.

Para justificar las posiciones de lo que puede llamarse una suerte de antimoral, lo que la obra de Sade propone, son "exactamente los criterios kantianos" (2), es decir, erigir como "máxima universal de nuestra acción el derecho a gozar de cualquier prójimo como instrumento de nuestro placer" (3). En efecto, "si se elimina todo elemento de sentimiento de la moral (...) en su extremo, el mundo sadista es concebible - aun cuando sea su envés y su caricatura - como una de las realizaciones posibles de un mundo gobernado por una ética radical, por la ética kantiana tal como ésta se inscribe en 1788" (4).
Este planteo no va sin algunos forzamientos, como el de la atribución a Sade de la "máxima" presentada con las comillas propias de las citas: "Tengo derecho a gozar de tu cuerpo, puede decirme quienquiera, y ese derecho lo ejerceré, sin que ningún límite me detenga en el capricho de las exacciones que me venga en gana saciar en él" (5). En efecto, aunque podemos rastrear muchas frases en la obra de Sade que tienen la estructura de una máxima (solo en "Juliette" hay al menos cinco), ninguna responde literalmente a la que "cita" Lacan, la cual, incluso, presenta modificaciones entre la versión de "Kant con Sade" de 1963 (de la revista "Critique") y la versión final de 1966 que se incluye en los Escritos (6).
Los avatares del establecimiento de dicha "máxima" no son secundarios ya que dan cuerpo al punto en que, según Lacan, Sade revela la "verdad" de Kant. En efecto, la "máxima" atribuida a Sade, al tiempo que presenta la misma factura formal que la ley moral kantiana, sería más "honesta" que esta porque en ella, “la ley proviene del Otro”. A diferencia de la versión de 1963, donde la máxima decía "le diría a quien me plazca" (es decir, donde quien habla es el torturador, con el problema que implica la reciprocidad o paridad que esta situación establece entre los partenaires), en la versión final de 1966 de los Escritos, leemos "puede decirme quienquiera", donde el que habla es la víctima y donde, por lo tanto, "el Otro puede ser a la vez esa voluntad que impone y la racionalidad que por sí sola funda la imposición" (7).

De ese modo, la máxima sadiana desenmascara la escisión, escamoteada ordinariamente, del sujeto de la enunciación al sujeto del enunciado. En otros términos, utilizando a Sade, Lacan muestra que "la ética kantiana se detiene en un punto que no es aquel donde el deseo se efectúa como deseo del Otro" (8). La ley moral no realiza el deseo como deseo del Otro, y esa carencia del objeto va a refluir sobre la pureza misma de esa moral (9).

Ese reordenamiento del sujeto y el goce tiene lugar en el fantasma sadiano bajo la forma de una absolutización del goce del Otro. Muy precisamente en esa parte del Uno que está en la derecha del esquema de la inconmensurabilidad, ahí donde vimos deslizarse el goce sin sostén, al principio del problema, y para el cual Sade debe construir esa figura del "goce de una maldad absoluta" (331). Sade confiesa que el sádico no es más que el siervo del mal radical y soberano que constituye la naturaleza, para el que debe abrir las vías de un máximo de destrucción.

El objeto, en el fantasma sadiano, es el torturador. El objeto inaccesible, trascendente, "lo impensable de la cosa en sí" de Kant, se transforma, en la experiencia sadiana, en el agente del tormento, en un "Dasein. Es decir, se le da lugar en la experiencia, a un participante que Kant escamoteaba, y cuyo funcionamiento será necesario precisar para no desbarrancarnos rápidamente por las vías comunes de la agresividad y la violencia, "pues ese objeto está extrañamente separado del sujeto" (10) . La referencia al fenómeno elemental de la psicosis, donde el torturador y la voz son una sola y misma cosa, evidencia que "el heraldo de la máxima no necesita ser aquí más que un punto de emisión" (11).
Esta referencia a la psicosis es pertinente también para abordar la pregunta sobre si el torturador goza.

Cuando Blanchot analiza la acciones de los libertinos, lo que subraya es la insensibilidad y apatía de los mismos: "todos esos grandes libertinos, que no viven sino para el placer, no son grandes sino porque han aniquilado en ellos toda capacidad de placer. Por ello llegan a espantosas anomalías, pues la mediocridad de las voluptuosidades les bastaría. Pero se han vuelto insensibles: pretenden gozar de su insensibilidad, de esa insensibilidad negada y se vuelven feroces" (12).
Respecto del alcance de las exacciones de algunos personajes de la época, ya en el Seminario VII(13) Lacan sugería que leamos las "Memorias sobre los grandes días de Auvernia(14) de Esprit Fléchier, para aprender qué podía permitirse con sus campesinos un gran señor de los albores del siglo XVII.

Lo que está en juego en la obra de Sade es la negación en toda su extensión. Hay dos niveles, que corresponden a la distinción sadista de dos naturalezas.
La naturaleza segunda es una naturaleza sujetada a sus propias leyes. Allí lo negativo está por todas partes, pero no todo es negación. Las destrucciones son el envés de creaciones o metamorfosis. Lo negativo está por todas partes, pero como el envés de una positividad. El crimen absoluto sería imposible. Por eso Sade “aborrece” la naturaleza.
A la naturaleza segunda se opone la idea de una naturaleza primera que contiene la “negación pura”, por encima de los reinos y las leyes, que no tiene necesidad ni de creación ni de conservar o individuar. Caos original hecho de moléculas furiosas y desgarradoras.
Solo la naturaleza segunda forma el mundo de la experiencia. La naturaleza original es necesariamente el objeto de una idea, de la pura negación, un "delirio de la razón" como tal. En Sade el racionalismo llega hasta la idea de un delirio propio de la razón. En los “120 días de Sodoma” el libertino se declara excitado, no por los objetos que están aquí sino por el objeto que no está ahí, es decir, la “idea del mal”. Esa idea que no puede ser dada ni dable en la experiencia, no puede ser más que “objeto de demostración”. Por eso los héroes sádicos desesperan y rabian al ver sus crímenes reales tan menores respecto a esa idea que solo se puede alcanzar por la omnipotencia del razonamiento. Sueñan con un crimen universal e impersonal. Como dice Clairwil (una de las tutoras libertinas de Juliette) un crimen “cuyo efecto perpetuo actúa aun cuando yo no actúe más de modo que no haya un instante en mi vida, aun durmiendo, que yo no sea causa de algún desorden(15).
Prácticamente, el libertino se encuentra reducido a ilustrar su demostración total mediante procesos inductivos parciales tomados de la naturaleza segunda. Solo puede acelerar y multiplicar las víctimas y sus dolores. La apatía del libertino es el frio del pensamiento como pensamiento demostrativo, la sangre fría del “pornológico(16).

En relación a esa lógica de la “soberanía” que desarrolla Blanchot, Lacan señala la intervención del fantasma como un freno al goce que impide que el placer quede fuera de juego, ya que aunque el goce del "ejecutor de la experiencia sádica" se coagule en ella, esto "no lo exime de la humildad de un acto con el que nada puede hacer para que no se presente como ser de carne y, hasta el hueso, siervo del placer" (17).
"El fantasma hace al placer propio para el deseo", y su asidero lo da "el desvanecimiento del sujeto" (18), que muestra que el dolor, por prolongado que se lo suponga "tiene sin embargo, como el placer, su término", y constituye "el dato vital que va a aprovechar el fantasma para fijar en lo sensible de la experiencia sadiana el deseo que aparece en su agente" (19).

El primer esquema (20) de “Kant con Sade” escribe esa experiencia sadiana focalizada en ese instante de desvanecimiento de la víctima, que es también aquél donde el goce del torturador se fija como placer.
Aunque no hay más goce que del cuerpo, lo que el cuerpo sea capaz de sentir, sea placer o dolor, responde al "principio de placer", constituye en sí mismo una barrera al goce. Alcanzar el goce impone superar los "límites" del cuerpo
.

Kant con Sade - Lógica del fantasma
1º esquema

Las posiciones del torturador son las del primer tramo el vector: la voluntad de goce V en el nivel del Otro, y el placer, retroactivo, al inicio.
El desvanecimiento de la víctima, por su parte, tiene una función de defensa que, a su vez, conlleva la duplicación del sujeto por la inscripción, en otro sitio, de lo que se ha puesto a resguardo, el S al final del vector.

Lacan define el lado derecho del grafo, donde se ubican la $ (S barrado) y S, como el lado del Otro, y el lado izquierdo, donde se encuentran el objeto a y el deseo (d) (en la posición de la V de la voluntad de goce), como el lado del S "que es del je todavía inconstituido, del sujeto que hay que revisar en el interior de nuestra experiencia, del cual sabemos que no puede coincidir con la fórmula tradicional del sujeto, a saber, ser exhaustivo en toda relación con el objeto" (21).

Entonces tenemos referencias a "sujeto" de ambos lados del grafo, y ello se debe a que de cada lado tenemos uno de los componentes del fantasma, articulados por el rombo, en la "línea del fantasma".
El componente de "sujeto" de la derecha es el $ (S barrado"), el sujeto dividido correspondiente al instante del desvanecimiento de la víctima.
El componente de "sujeto" de la izquierda es el objeto a, que es el plano donde debemos ubicar a este problemático "yo (je) todavía inconstituido".
Problemático por las dificultades que implica asociar ese estatuto real del objeto al sujeto, ya que "lo real remite al sujeto a la huella y, al mismo tiempo, produce la abolición del sujeto, porque no hay sujeto sino por el significante, por el paso al significante" (22).

2 - "Sade con Kant"

Ahora bien, el segundo esquema (23) implica una puesta fuera de juego del fantasma sadiano (al desaparecer el rombo que articulaba a y $, en la "línea del fantasma").
Y la voluntad de goce, que en el primer esquema tenía el carácter de la “razón pura”, en este segundo esquema se vuelve patológica, convirtiéndose en "la constricción moral ejercida implacablemente por la Presidenta de Montreuil sobre el sujeto respecto del cual se ve que su división no exige ser reunida en un solo cuerpo" (24).


2° esquema

Los límites de la vida de Sade no son los del fantasma sadiano. El rechazo de Sade a la pena de muerte da cuenta (a diferencia de lo planteado por Klossowski en "Sade, mi prójimo") que "Sade no es bastante vecino de su propia maldad como para encontrar allí a su prójimo" (25). En otros términos, Sade se niega a inscribir esa maldad en el lugar del Otro. Y la inclusión de la V en la columna derecha del segundo esquema no contradice esto en la justa medida en que la acción de la vida de Sade será convertir a esa voluntad en impotente.
En su vida, pretendiendo conformarse a una ley, Sade "no fue más lejos", se queda a mitad de camino, en el punto donde "se anuda el deseo con la ley" (26).
Como señala Allouch, "hubiera hecho falta que Sade inscribiese su malignidad en el Otro para que pudiéramos admitir que en su vida el Otro estaba barrado. Pero no fue así, lo prueba el hecho de que la operación que consiste en "rechazar hacia el Otro el dolor de existir" supone un Otro que existe" (27).

En este punto, entonces, ya no se trata de Sade mostrando la “verdad” de Kant, sino de Kant arrastrando a Sade a su propio fracaso (el de Kant), es decir, de un "Sade con Kant".
En otros términos, Sade no se enfrenta con el deseo, sino con la ley, como lo confirma el hecho de que "la madre sigue estando prohibida. Queda confirmado nuestro veredicto sobre la sumisión de Sade a la ley" (28).

La confusión entre la obra y la vida de Sade arrastra consecuencias similares a las de la clásica asociación entre dolor y placer sexual. El término médico para esa asociación es algolagnia: palabra proveniente del griego antiguo (ἄλγος, algos: dolor; λαγνεία, lagneia: placer), que constituye una de las definiciones usuales en medicina para referirse al erotismo del dolor, al placer sexual relacionado con las sensaciones dolorosas.

En la sesión del 13 de marzo 1963 Lacan plantea que en la perversión, el deseo, que se presenta "como un subversión de la ley, de hecho es, ciertamente, el soporte de una ley". Lo que aparece "desde el exterior como satisfacción sin freno es defensa y puesta en ejercicio de una ley en tanto que frena, suspende, detiene al sujeto en su camino al goce. La voluntad de goce en el perverso es, como en cualquier otro, una voluntad que fracasa, que encuentra su propio límite, su propio freno, en el ejercicio mismo del deseo" (29).

Solo en el fantasma sadiano (presentado en su obra) encontramos despejada la función del objeto como causa, y podemos ordenar los términos a y $, con el objeto "detrás" (a diferencia de la escritura habitual, en la que el objeto está "delante").
En cambio, en la vida de Sade, el objeto vuelve a escabullirse tras la "puesta en ejercicio de una ley" (y por eso podemos decir que es arrastrado al mismo "fracaso" de Kant).

Si no diferenciamos la obra de la vida, en Sade, no podemos diferenciar el estatuto y función del objeto en el fantasma sadiano, del empantanamiento respecto a la ley en que caen, tanto el neurótico como el perverso.
Miller ha sostenido su tesis del “atravesamiento del fantasma” como resolución del análisis, básicamente, en una particular interpretación de la cita de Lacan “Sade no es engañado por su fantasma en la medida en que el rigor de su pensamiento pasa a la lógica de su vida(30) en términos de que “Sade realiza el atravesamiento de su propio fantasma(31) , e interpretando la frase "el rigor de su pensamiento pasa a la lógica de su vida", como que la vida de Sade "tiene una lógica común con su fantasma". Y en esta conceptualización de este ir "más allá", plantea que ese también "fue el caso propio de Lacan" (32) en tanto que, "a propósito de Sade, estoy de acuerdo en que obedecía la máxima 'no ceder en su deseo' ” (33). Esta posición de Sade sería la del analista en tanto que, según Miller, el "deseo del analista" sería "el único deseo que se puede sostener una vez llevado a cabo el atravesamiento del fantasma" (34).

¿Cómo entender que “Sade no es engañado por su fantasma”?
¿Significa que sería “consciente” del "engaño", del carácter falaz del fantasma, y podría “atravesarlo” y manejarlo a su antojo?
¿O que, justamente, el fantasma de la obra no es el que vale en la vida de Sade?
¿Cuál es “el rigor de su pensamiento”?, y ¿cómo “pasa a la lógica de su vida”? ¿La “lógica de su vida” es la aplicación del fantasma de la obra? ¿Y pasamos de uno al otro por el “rigor de su pensamiento”?

De este modo se formula una confusión entre el objeto como instrumento del goce del Otro y el objeto como causa del deseo del Otro, similar a la confusión entre la estructura del deseo sádico, tal como es desarrollada en el fantasma sadiano, en la obra de Sade, con la perversión como otra de las modalidades de hacer existir al Otro, más allá de la diferencia de estrategia en cuanto a dónde ubicarse respecto a la castración.

No es lo mismo la lógica de la cosa que la lógica en la obra de Sade

Masoch

La verdad es propiamente dada en la práctica donde el masoquista, "para extraer goce del único rincón donde es manifiestamente capturable, el objeto a, se entrega deliberadamente a la identificación con ese objeto rechazado" (332).
Él es menos que nada, pero también sujeto que, en su función de sujeto, abandonó, por contrato, todos sus privilegios.
Esa identificación imposible con lo que se reduce al más extremo desecho está evidentemente ligada para él a la captura del goce. Aquí es donde aparece desnuda, ejemplar, la economía del masoquista.

El perverso no sabe al servicio de qué goce se ejerce su actividad.
Lo que el fantasma le oculta al masoquista es ser el objeto de un goce Otro que es su propia voluntad de goce, ese pobre desecho del cuerpo separado.
El objeto a simboliza aquello que, en la esfera del significante, siempre se presenta como perdido, como lo que se pierde para significantización. Ese desecho, esa caída, viene a constituir el fundamento como tal del sujeto deseante.

De la mano del carácter imaginario y fantasioso que atribuye Reik (35) al masoquismo, sus ejemplos dan cuenta de que de lo que se trata, retomando el esquema de la inconmensurabilidad, es lo proyectado al nivel del Otro, a la derecha, el Uno absoluto de la unión sexual en tanto es ese “goce puro”, pero desprendido, del cuerpo femenino (332).

Sacher-Masoch, tan ejemplar como Sade, encarna en una mujer ese Otro al que debe robarle su goce, ese "otro goce" absoluto pero completamente enigmático, ya que en ningún momento es cuestión que ese goce, a la mujer, pueda producirle placer.
Asi es como Wanda, cuando escribe sus memorias (36), nos muestra hasta qué punto estaba molesta y embarazada (333).

A diferencia de Sade, casi un siglo después, Sacher-Masoch es un autor literario célebre en vida. A modo de ejemplo, en la "Revue des Deux Mondes" (de "Le Figaro") le publican más de una docena de cuentos y capítulos de novelas (37). Su literatura no cae bajo la censura. En Masoch, una gran obscenidad puede estar presente en las amenazas, en los anuncios y en los contratos, pero no es necesaria. En su obra hay la mayor decencia, el censor más desconfiado no encontrará nada que objetar en la "Venus de las pieles". Como señala Deleuze, la crueldad no es más que una apariencia sobre un fondo más secreto: el frío de la naturaleza, la estepa, la imagen congeladad de la madre donde Caín descubre su propio destino. El frio de esa madre severa es más bien una transmutación de la cureldad de donde saldrá el "hombre nuevo".

Es con la representación del acto sexual que el masoquista define, con su ubicación, el lugar donde se refugia el goce.
De ahí la necesidad de que este goce mítico, referido al goce femenino, sea representado en la pareja, donde dos partenaires sexuales están ahí para el teatro. Es lo que esto tiene de irrisorio, no solo para nosotros, sino también para él. Nunca deja de poner en escenificación eso que marca, para quienquiera que llegue, para que no se equivoque, que todo eso es truco, hasta broma. Esto pone de relieve el costado demostrativo del asunto; forma parte del goce del masoquista demostrar que solo ahí es el lugar del goce. “El perverso es por esencia demostrativo” (333).

No hay masoquismo sin fetichismo. Los fetiches de Masoch son las pieles, los calzados, los travestis de la "Venus..". La genegación va tan lejos que alcaza el placer sexual en tanto tal. Retardado al máximo, el placer esgolpeado de una denegación que le permite al masoquista, en el momento emismo en que lo siente, denegar su realidad para identificarsel el mismo al "hombre nuevo sin sexualidad" (Deleuze). En las novelas de Masoch, todo culmina en el suspenso, el arte del suspenso como recurso novelístico en estado puro. Los ritos de suplicio y sufrimiento implican suspensiones físicas (héroe enganchado, crucificado, suspendido). Y la mujer verdugo tiene poses fijadas que la identifican a una estatua, a un retrato o a una foto. Supende el gesto de golpear con el látigfo o de entravbrir las pieles, se reflea en un espejo que detiene su pose.

El frio del ideal masoquista no es negación del sentimiento sino denegación de la sensualidad. Es el sentimentalismo el que asume el rol superior de elemento impersonal. La sensualidad no existe más como tal. Masoch anuncia el nacimiento del hombre nuevo "sin amor sexual". Lo que subsiste bajo el frío es un sentimentalismo hiper sensual envuelto de hielo y protegido por las pieles.

En Masoch como en Sade, hay dos naturalezas, pero repartidas de otro modo. La naturaleza goresar está marcada por la particularidad del capricho. Más alla comienza la gran naturaleza impersonal, sentimental e hiper sensual.

Lo que define el masoquismo y su teatro es la forma singular de la crueldad en la mujer verdugo: esa crueldad del Idela, ese punto específico de congelamiento e idealización. .

Severin, el héroe de "La Venus de las pieles", elbora su doctrina del "hiper sensualismo" a partir de la frase de Mefistófeles en el Fausto de Goethe: "sensual seductor hiper sensual, una niña te lleva por la punta de la nariz" ("Du übersinnlicher, sinnlicher Freyer, Ein Mägdelein nasführet dich", "Tú, hipersensual y sensual Freyer, una niña te guía"). La traducción de "übersinnlicher" no es hiper sensible sino hiper sensual, hiper carnal, conformemente a una alta tradición teológica en la que Sinnlichkeit designa la carne la “sensualitas”. .. .

 

El masoquismo es un término únicamente asignable al nivel de la perversión, no tiene lugar en el campo de la neurosis.
La neurosis se relaciona con la perversión por el fantasma que, en su interior, cumple una función bien especial.

El sadismo no puede verse como en envés del masoquismo. Los operan del mismo modo, con la simple diferencia que el sádico opera de un modo más naif.
El masoquista, interviniendo en el campo del sujeto, en tanto es el sujeto del goce, no le importa lo que pasa en el campo del Otro. Por supuesto, necesita que se preste al juego, pero él sabe el goce que va a extraer.

En cambio el sádico se encuentra esclavizado a la necesidad de llevar bajo el yugo del goce lo que apunta como siendo el sujeto, sin darse cuenta de que en ese juego, él mismo es engañado, resultando esclavo de algo que está enteramente fuera de él. La mayor parte del tiempo queda a mitad de camino de lo que apunta. Pero no falla en realizar, de hecho, aunque sin buscarlo, sin situarse ahí, sin ubicarse ahí, la función de objeto a, por estar objetiva y realmente en una posición masoquista, como lo demuestra la biografía de Sade (334).

 

Notas

(1) Baruch Spinoza, "Etica demostrada según el orden geométrico", Editorial Trotta,
En el libro III se define al afecto de la “alegría”, en cuanto está referido a la vez al alma y al cuerpo, como titillatio (“placer”) cuando una parte del hombre resulta más afectada que las demás, o como hilaritas (“jovialidad”), en el caso de que todas las partes resulten igualmente afectadas:
Parte 3, proposición 11: “el placer y el dolor se refieren al hombre en cuanto que una parte suya está más afectada que las demás; la jovialidad y la melancolía, en cambio, cuando todas ellas son igualmente afectadas”.

(2) Jacques Lacan, El Seminario, Libro VII "La ética del psicoanálisis", Editorial Paidós, página 95

(3) Idem, página 98.

(4) Idem

(5) Jacques Lacan, "Kant con Sade", en Escritos 2, Editorial Siglo XXI, página 730

(6) La primera versión de "Kant con Sade" fue entregada por Lacan al "Circulo del libro coleccionable", en 1962, para ser incluida como prefacio del tercer tomo de las obras completas de Sade, que incluía "La filosofía en el tocador". Pero su texto no fue aceptado (en su lugar apareció un prefacio, ya anunciado, de Klossowski), y recién vio la luz en abril de 1963, al ser publicado en el número 191 de la revista Critique.
Una nueva versión corregida fue incluida en los Escritos, en 1966, y una tercera (con algunas modificaciones tanto respecto de la de Critique como de la de los Escritos) fue finalmente incluida en la segunda edición del "Circulo del libro coleccionable" de las obras completas de Sade, pero ya no como prefacio, sino como postfacio (entre los "índices").
Pueden compararse algunas de las diferencias entre estas versiones en el libro "Los Escritos de Jacques Lacan. Variantes textuales" de Ángel de Frutos Salvador (Siglo Veintiuno de España Editores, Madrid, 1994). Pero sin dudas se encontrará el detalle más pormenorizado de los avatares de estas publicaciones, así como su más minuciosa lectura, en el libro "ça de Kant, cas de Sade" (Cahiers de l'Unebévue) de Jean Allouch , disponible en castellano como "Faltar a la cita. Sobre "Kant con Sade". Erotología analítica III" (Ediciones Literales).

(7) Jean Allouch, "Faltar a la cita. Sobre "Kant con Sade". Erotología analítica III", Ediciones Literales, Segundo item ("La máxima Sadiana") de la segunda parte ("Kant con Sade: adoquinado"), página 110

(8) Idem, página 136
(la realización del deseo como deseo del Otro requeriría asumir la posición de objeto causa de ese deseo del Otro)

(9) En un artículo titulado "Kant avec Sade?" (publicado en Littoral nº 6 "Intension et extension de la psychanalyse", EPEL 1982, disponible aquí) Thierry Marchaisse señala que Kant mismo habría percibido la tensión entre el formalismo de la ley y su estatuto de ley moral, ya que, en tanto puramente formal, la ley no podría ser ni moral ni amoral. Según Marchaisse, sobre el final de su vida, atormentado por la decapitación de Luis XVI, Kant admite la existencia de una malignidad completamente formal, es decir, admite a Sade.

(10) Jacques Lacan, "Kant con Sade", en Escritos 2, Editorial Siglo XXI, página 733

(11) Idem

(12) Maurice Blanchot, "La razón de Sade", página 25/6:
"El crimen es más importante que la lujuria; el crimen de sangre fría es más grande que el crimen ejecutado en el ardor de los sentimientos; pero el crimen "cometido con el endurecimiento de la parte sensitiva", crimen sombrío y secreto, importa más que todo, porque es el acto de un alma que, habiendo destruido todo en ella, ha acumulado una inmensa fuerza, la cual será identificada con el movimiento total de destrucción que prepara. Todos esos grandes libertinos, que no viven sino para el placer, no son grandes sino porque han aniquilado en ellos toda capacidad de placer. Por ello llegan a espantosas anomalías, pues la mediocridad de las voluptuosidades les bastaría. Pero se han vuelto insensibles: pretenden gozar de su insensibilidad, de esa insensibilidad negada y se vuelven feroces. La crueldad no es sino la negación de sí mismo, llevada tan lejos que se transforma en una explosión destructora; la insensibilidad se vuelve estremecimiento de todo el ser, dice Sade; "el alma pasa a una especie de apatía, que pronto se metamorfosea en placeres mil veces más divinos que aquellos que le procurarían sus debilidades".
Comprendemos que en este mundo los principios desempeñan un gran papel. El libertino es "
pensativo, concentrado en sí mismo, incapaz de conmoverse por cualquier cosa que pueda suceder". Es solitario, no soporta el ruido ni la risa; nada debe distraerlo; "la apatía, la tranquilidad, el estoicismo, la soledad de sí mismo, he aquí el tono en que le es necesario preparar su alma". Semejante transformación, semejante destrucción de sí mismo no se realiza sin extremas dificultades. Juliette es una especie de Bildunsgrosman, un libro de aprendizaje donde aprendemos a reconocer la lenta formación de un alma enérgica. En apariencia, Juliette es, desde el principio, enteramente depravada. Pero, en realidad, no tiene aún sino ciertas inclinaciones y su cabeza está intacta; le queda por realizar un esfuerzo gigantesco pues, como lo dice Balzac, no está destruido lo que desea. Sade señala que hay en ese trabajo de la apatía momentos muy peligrosos. Sucede por ejemplo, que la insensibilidad coloca al libertino en tal estado de aniquilamiento que puede en ese instante regresar a la moral: se cree endurecido, no es sino debilidad, presa perfectamente preparada para todos los remordimientos; ahora bien, un solo movimiento de virtud, al revalorar el Universo del hombre y de Dios, basta para arruinar todo su poder; por muy alto que esté, se derrumba, y generalmente, esta caída es su muerte. Por el contrario, si en ese estado de aniquilamiento en el cual no siente hacia los peores excesos sino una repugnancia sin gusto, encuentra un último excedente de fuerza para aumentar esta insensibilidad inventando nuevos excesos que le repugnan aún más, entonces pasará del aniquilamiento a la omnipotencia, del endurecimiento a la voluntad más extrema y "agitado por todas partes", gozará soberanamente de sí mismo más allá de todos los límites"

(13) Jacques Lacan, El Seminario, Libro VII, “La ética del psicoanálisis”, Editorial Paidós página 241

(14) Esprit Fléchier, "Mémoires de Fléchier sur les Grands-Jours d'Auvergne en 1665"

(15) Marqués de Sade, “Juliette, o las prosperidades del vicio”"

(16) Gilles Deleuze, “Presentación de Sacher Masoch”.
A diferencia de la literatura pornográfica, reducida a palabras de mando seguida de descripciones obscenas, Deleuze plantea que en los casos de Sade y Sacher-Masoch, sus lenguajes eróticos no se dejan reducir a esas funciones elementales del mando y descripción, proponiendo entonces el término de “pornología

(17) Jacques Lacan, "Kant con Sade", en Escritos 2, Editorial Siglo XXI, nueva edición argentina 2008, página 734

(18) Por ejemplo, en Justine, aunque las víctimas son llevadas repetidamente al límite, su habilidad para "sobrevivir" se basa en parte en que con ese estado de desvanecimiento, son capaces de escapar momentáneamente de la intensidad total del sufrimiento que Sade describe. Esta resistencia involuntaria es lo que les permite, de alguna forma, seguir adelante y sobrevivir a los horrores infligidos.

(19) Jacques Lacan, "Kant con Sade", en Escritos 2, Editorial Siglo XXI, nueva edición argentina 2008, página 735

(20) Idem, página 736

(21) Jacques Lacan, Seminario X, “La angustia”, Editorial Paidós, página 117

(22) Idem, página 165

(23) Jacques Lacan, "Kant con Sade", Escritos 2, Ed. Siglo XXI, edición argentina 2008, página 740

(24) Idem

(25) Idem, página 750

(26) Idem

(27) Jean Allouch, “Faltar a la cita. Sobre Kant con Sade. Erotología analítica III”, Ediciones literales, página 144

(28) Jacques Lacan, "Kant con Sade", en Escritos 2, Editorial Siglo XXI, página 750

(29) Jacques Lacan, El Seminario, Libro X, “La angustia”, Editorial Paidós, página 164

(30) Jacques Lacan, "Kant con Sade", en Escritos 2, Editorial Siglo XXI, página 739

(31) Jacques-Alain Miller, "Elucidación de Lacan. Charlas brasileñas", EOL Paidós, Colección Orientación Lacaniana, Buenos Aires 1998, página 274

(32) Idem, página 279

(33) Idem, página 277

(34) Jacques-Alain, "1, 2, 3, 4", Editorial Paidós, página 117

(35) En la versión Staferla transcriben "Reik", en cuyo caso la referencia es al libro de Theodor Reik "El masoquismo en el hombre moderno", "Le masochisme", “Masochism in modern man”.
En las ediciones Seuil y Paidós, transcriben "Reich", es decir, Wilhelm Reich, en cuyo caso la referencia sería "El carácter masoquista", incluido en "Análisis del carácter", en editorial Paidós, en francés "Le caractère masochiste" en "L'analyse caractérielle", en editorial Payot.
Quizás JAM elige “Reich” porque la primera referencia a ese autor se completa con "subraya el carácter" (332).
Sin embargo, la única referencia a lo imaginario en ese texto de Reich es la siguiente definición: "Le désir masochiste de torturer, les lamentations masochistes, les provocations et souffrances s’expliquent par la frustration - imaginaire ou réelle - d’un besoin d’amour excessif que rien ne peut satisfaire" ("El deseo masoquista de torturar, los lamentos masoquistas, las provocaciones y el sufrimiento se explican por la frustración -imaginaria o real- de una necesidad excesiva de amor que nada puede satisfacer").
En cambio, en su libro, Theodor Reik señala "Sólo quiero subrayar aquí que la importancia de la fantasía como esencia misma del masoquismo no ha sido aún apreciada en las teorías analíticas, que su indispensabilidad aún no ha sido reconocida. La imaginación, así descuidada, se ha vengado de todos modos. Penetró en las teorías de algunos analistas y las hizo tan fantasiosas" (negritas mías).
Y al final de la página siguiente, cuando subraya el "caracter esencial" de la "demostración" en el masoquismo, Lacan vuelve a mencionar a Reik, y los señalamientos al respecto que este hace en su libro, que son muy numerosos. A modo de ejemplo: "La demostración, sin embargo, es inherente a la estructura misma del masoquismo" (página 90 de la edición en inglés).
Un poco de criterio y otro poco de lectura de las referencias avalan la elección (al menos la mía) de Theodor Reik.

(36) Wanda von Sacher-Masoch, "Confession de ma vie", "Confesiones de mi vida",

(37) Revue des Deux Mondes, ver la búsqueda en Archives, ver sumarios del tercer periodo 1874- 1893 en Wikisource, (por ejemplo, el libro "Les femmes slaves" se publica distribuido a lo largo de 4 o 5 números).
Ver la presentación de Thérèse Bentzon en "Un romancier gallicien. Léopold von Sacher-Masoch, sa vie et ses oeuves", en el número 24 de diciembre 1877,

(38) W

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