Michel Sauval - Psicoanalista Jacques Lacan, Seminario "La angustia", Lectura y comentarios de Michel Sauval

Notas y comentarios
Sesión del 20 de marzo de 1963

Lucia Tower

Finalmente Lacan aborda el artículo de Lucía Tower (1). En esta sesión presenta los casos clínicos que le interesan, y que analizará más detalladamente en la sesión siguiente (ver notas y comentarios).

Se trata de dos hombres, exitosos en los negocios y de la misma edad que Lucia Tower, quien señala que "a los dos les agradaba - como persona- y ellos me agradaban como personas" (2). Ambos tuvieron dificultades con sus madres, aparentemente compulsivas, y "el desarrollo de ambos pacientes parecía haber sufrido deficiencias profundas en relación con ellas". "Ambos pacientes presentaban una inhibición severa de la afirmación masculina con formaciones de reacción homosexuales pasivas". Y ambos evitaron "enfrentar sus problemas de homosexualidad casándose a edad temprana con mujeres agresivas, controladoras y narcisistas. Las esposas eran atractivas, compulsivas, perturbadas y con defensas tan elevadas que ninguna accedió a tratase pese al hecho que ambos matrimonios eran tormentosos. Los maridos eran dedicados y se esforzaban por salvar sus matrimonios. Las esposas resentían el tratamiento de sus maridos y trataban de sabotearlo". Los dos hombres contribuian a las dificultades con sus esposas: "eran demasiado sumisos, demasiado hostiles, y en cierto sentido, demasiado dedicados". Y las esposas "se sentian frustradas por la falta de afirmación masculina desinhibida en sus maridos" (3).

Todo esto fue interpretado y analizado, sin que resultaran consecuencias. Era un problema que "no podía perelaborarse satisfactoriamente sin un análisis exhaustivo de sus raíces profundas", y L. Tower señala que "en ambos casos, tuve fases en las que me mostré (¿contratransferencialmente?) protectora". En el primer caso la protección se orientaba "hacia su matrimonio y su esposa", para "evitar una perturbación secundaria en la esposa" que en cierta época fue diagnosticada como psicótica por un psiquiatra. Y en el segundo caso la protección se orientaba "hacia él mismo", por un motivo similar: ese paciente "llegó a ser diagnosticado como psicótico" (4), aunque la sintomatología que lo llevó al tratamiento es calificada, en ambos casos, de neurosis de angustia.

Ambos pacientes tenian fastidiosas formas de comunicación: "refunfuños, titubeos, circunstancialidad, repeticiones, minuciosidad". En el primer caso, esto formaba parte de "una resistencia sumamente estructura con el propósito de destruir mi poder como analista". En el segundo caso, era "una extensión del carácter anaclítico oculto de su yo (...) estaban diseñados para adquirir un objeto en vez de destruir uno frustrante" (5).

Pasó mucho tiempo sin que L. Tower pudiera diferenciar nitidamente esos dos casos. Y será en relación a consideraciones contratransferenciales que producirán los virajes críticos. Tower señala que ambos pacientes le planteaban un problema específico que estaba calculado "para provocar una respuestas contratransferenciales de tipo normal en cualquier analista de sexo femenino que estuviera un poco desprevenida". Ambos tenían mucha agresión contra sus esposas, pero también temor, y habían desarrollado una variedad de conductas compensatorias en ese sentido. Es decir, "harian esfuerzos por provocar un enfrentamiento entre la analista y sus esposas". Tower señala que ella "estaba advertida teóricamente de todo esto desde los primeros momentos del tratamiento de ambos hombres" (6)

Los puntos de viraje de cada caso conduciran a desarrollos y finales muy diferentes en cada caso.

Primer caso

A los dos años de análisis, la esposa del paciente desarrolla una severa enfermedad psicosomática. L. Tower especuló que esto podría ofrecerle una ligazón más firme para su angustia respecto a sus diagnósticos previos de psicosis. Lo cual, hasta podría mejorar la relación marital. Pero confiesa que esta advertencia mental consciente quedó desvinculada de "lo que ya desarrollaba de manera inconsciente en mí como el núcleo de una pequeña reacción contratansferencial hacia la situación en su totalidad". La neurosis de transferencia de su paciente la empujaba, lenta e inexorablemente al punto de ser, para él, "la figura materna aprensiva sobreidentificada (que él sentía que su esposa no era)", y pese a sus cuidados se vio "imperceptiblemente orillada por sus presiones transferenciales a percibir a su esposa como un problema más grave de lo que aparentaba ser en un inicio", y no percibió que esa mujer lentamente había dejado de representar tanto problema, y que el paciente "estaba lidiando con su situación doméstica con más firmeza y delicadeza". Que esto se haya debido a que el paciente se lo ocultó, o que ella haya estado ciega por sus "propias razones inconscientes" carece de importancia porque en ese momento, las satisfacciones yoicas resultantes del mejor funcionamiento fuera del tratamiento "quedaron desbaratadas por fuertes y frustrados impulsos libidinales inconscientes en la neurosis de transferencia" (7). Dichos impulsos de orientaban a sacar el máximo provecho, no solo de una persona genuinamente interesada en esas necesidades transferenciales y percibida como maternal, sino también de "cualquier potencial inconsciente que pudiera yo ofrecer para gratificarlas". Su madre "lo había abandonado emocionalmente dos veces en momentos críticos de su vida". Sin lograr desentrañar las razones de esta lejanía entre madre e hijo, pudo de todos modos verificar esta hipótesis en fases posteriores del análisis de su neurosis de transferencia, y comprender porque "era tan importante para este paciente en particular poder seducirme y llevarme a una desviación contratransferencial en favor de sus defensas hostiles dependientes en contra de su esposa". Según L. Tower, estos son algunos de los factores que "condujeron mi especulación intelectual acerca de la enfermedad psicosomática de la esposa, que permaneció desvinculada de la gradual ceguera contratransferencial que iba desarrollando respecto de ella" (8).

La situación hizo crisis un año después, a raíz de un sueño que la "asustó tanto que arrasó con cualquier recuerdo de las circunstancias que llevaron a él" (LT 132). En ese sueño, Tower "estaba de visita en casa de este paciente. No estaba más que su esposa, parecía contenta de que yo estuviera ahí y fue muy hospitalaria y amable. El tono general de la visita era muy similar a una tarde de plática entre esposas amigas, cuyos maridos era, tal vez, amigos o colegas". Tower se dió cuenta entonces que la esposa no interfería más en el tratamiento, y que "inconscientemente, había desarrollado una actitud rígida de temor excesivo frente a su potencial psicótico (...) el sueño trajo a la luz que yo había estado renuente a identificarme con ella en la situación marital (...) y que ya era hora de ver la escena doméstica desde el punto de vista de ella" (9)

Despues de reflexionar cuidadosamente sobre el asunto, Tower interviene, primero, retomando "el análisis del sutil acting-out por parte de este paciente hacia su esposa al interior de la situación doméstica", señalando, en forma muy directa "la agresión en contra de su esposa mediante el mecanismo de su masoquismo y su hostilidad dependiente", que ambos comprendian mejor ahora que al comienzo del análisis. Y luego retomó "de manera más activa la discusión de sus intentos por provocar un enfrentamiento entre su esposa y yo, y de cómo había exagerado y prolongado la situación marital negativa a fin de obtener una gratificación transferencia". Temas estos que habian trabajo con anterioridad, pero con pocos efectos. Según Tower, resulta obvio que "mi respuesta contratransferencial se debía a la reactivación de un conflicto edípico inconsciente bajo la forma de una decidida competitividad hacia, y un temor frente a, otra mujer en una situación triangular" (10).

A partir de este viraje, y "una vez efectuada la activa reparación de los agujeros de este análisis (...) el paciente se apropió del análisis en forma sumamente asertiva. Despues de haber pasado tres años en una queja continua de baja intensidad, empezó a moverse con absoluta franqueza. Comenzó a someterme a presiones emocionales intensas, por sí solo llevó su análisis hacia una revisión exhaustiva de todo su desarrollo con nuevos insights respecto de experiencias críticas y con una reconstrucción minuciosa de la situación infantil. Recuperó recuerdos tempranos, sobre todo material de la escena primaria y de una oculta lejania entre sus padres" (11).

Después de haber retrabajado el material edípico, el paciente pasó al material edípico más profundo, con el que "hizo su aparición por primera vez en el análisis un afecto intenso y sin defensas". Con esa efusión de afecto, el bloqueo de la comunicación desapareció y "el material onírico y fantasioso de este periodo incluyó prácticamente todas las formas de ataque sádico o indignidad posibles. Durante este periodo la relación entre nosotros fue extremadamente tensa (...) me sometió al escrutinio más persistente, minucioso e incómodo, como si quisiera despedazarme - célula por célula. Cada movimiento mío, cada palabra mía, eran observados tan de cerca que literalmente sentía que, de producirse el más insignificante movimiento en falso de mi parte, todo estaría perdido". L. Tower señala que tenía la impresión que "si no lograba estar a la altura de esta prueba, él se desbarataría y nunca más podría confiar en otro ser humano" (12).

L. Tower da cuenta de que cada hora de sesión le resultaba extenuante y a menudo los sentimientos generados en ella se prolongaban fuera de sesión (carry over). Hasta su disposición a enfermarse "se desvaneció en forma repentina y divertida". Finalmente, después de un tiempo, habiendo partido de vacaciones bajo el peso de cierta depresión e irritación, de golpe, sin que mediara nada en particular, todo desapareció.

La interpretación de L. Tower de este viraje y desarrollo de la cura es que "de alguna forma mi inconsciente, finalmente, había entrado en síntonía con su inconsciente, que podía tolerar el afecto vinculado a sus sentimiento de total desesperación, gracias a afectos y actitudes en mi, totalmente ajenos a mi control, porque sí se ajustaban a sus necesidades en el sentido de permitir una perelaboración de sus problemas (...) se desarrolló en mi, de manera transitoria un monto de masoquismo suficiente como para absorber el sadismo que este paciente descargaba y que lo había aterrorizado a lo largo de su vida. En mi opinión, el otro ingrediente de mi respuesta afectiva fue que, por medio de la identificación, me vinculé a él y lo apoyé en un auténtico proceso de duelo"(LT 134) Y con toda "esta perelaboración definitiva del material edípico, el paciente llegó a la terminación" (13).

L. Tower señala que sólo a partir del desarrollo y resolución de su respuesta contratransferencial a la situación marital y la ruptura de la resistencia de este paciente a la comunicación fue que "este hombre empezó a agradarme mucho como persona (...) Me inclino a pensar que no fue sino hasta que el inconsciente de este hombre percibió que de hecho él había forzado una respuesta contratransferencial en mí que pudo confiar suficientemente en sus poderes para influir en mí y en mi disposición, al menos en cierta medida, a dejarme influir y subyugar por él (...) Sin la experiencia percibida por su inconsciente de haber sido capáz, en pequeña medida, de plegarme afectivamente a sus necesidades, dudo que este hombre hubiera logrado penetrar las raíces más profundas de su neurosis con éxito. El hecho de que fue capaz de plegarme a su voluntad reparó simultáneamente la herida en su Yo masculino y eliminó su temor infantil a mi sadismo en la transferencia materna" (14)

Para L. Tower, "el inconsciente de este paciente también percibió que yo había cambiado en mis sentimientos hacia él". Durante ese periodo, el paciente hizo varios comentarios acerca del afecto de la analista por él, aunque sin " referencia alguna de amor sexual". Se trataba de meras afirmaciones de facto. "Su inconsciente tuvo la percepción correcta de algo que realmente ocurrió en mí. De hecho creo posible que cualquier perelaboración definitiva y exitosa de un análisis profundo y exhaustivo requiere un desarrollo de esta naturaleza (...) Dudo que exista una perelaboración exhaustiva de una neurosis de transferencia profunda en el sentido estricto de la palabra, que no involucre alguna sacudida emocional que implique a ambos: paciente y analista. En otras palabras, existe tanto una neurosis de transferencia como una neurosis (sin importar qué tan pequeña y transitoria) de contratransferencia correspondiente. Ambas se analizan en la situación terapéutica" (15).

Volviendo a la sesión del seminario, Lacan subraya que esa "búsqueda del objeto que se trata en la manera con que, una vez reconocida la verdad de su deseo, el paciente se comporta", esa "búsqueda sádica apunta al objeto y, en el objeto, al pequeño fragmento faltante" (16) , retomando así sus desarrollos del seminario VIII sobre la transferencia y la "quette sadique" (17). En esta expresión, sádico es un adjetivo, y en ese sentido, esta "búsqueda" no es lo mismo que el sadismo, que supone un búsqueda de la angustia del Otro para ocultar su posición de objeto de goce del Otro.

En ese sentido, "situarse en la línea por la que pasa la búsqueda del objeto sádico no es en absoluto ser masoquista", como lo supone Lucia Tower. Ella atrae sobre sí una tormenta "de un personaje con quien solo se puso verdaderamente en relación en la transferencia a partir del momento en que su propio deseo se vio implicado". Ella no disimula que "es en la función donde ella misma está en posición de rivalidad tercera con los personajes de su historia" (estenotipia) que ella soporta las consecuencias de este deseo, "hasta tal punto que experimenta lo que los analistas engloban bajo el nombre de carry-over, que significa prórroga y designa el fenómeno en que los efectos de la contratransferencia son más manifiestos. Es cuando siguen pensando en un paciente mientras te encuentras con otro" (18). Y cuando creia haber llegado al final de sus fuerzas, todo desaparece de forma divertida y repentina. Lacan la comprar con "la posición mítica del Don Juan más libre y etéreo cuando sale de la alcoba donde acaba de hacer de las suyas" . Una vez producidos "esta escisión y este despegue, ella recupera su eficacia, su adaptación al caso (...) la implacable desnudez de su mirada" (19).

Lo que el caso testimonia, es que "le había sido preciso tomar la medida de su relación con el deseo y percatarse de que éste, por complejo que podamos suponerlo - ya que ella indica claramente que también tiene sus problemas - nunca es al fin y al cabo, algo con lo que uno pueda mantener las distancias" (20)

En la sesión siguiente Lacan retomara este análisis de forma más detallada y con algunas variaciones (ver notas y comentarios)

Segundo caso

Vamos a repasar también las características de este otro caso que, a diferencia del primero, termina en un fracaso. Nos será de utilidad para los análisis y discusiones que veremos en la sesión siguiente del seminario.

Lo que constituyó un viraje en este caso fue la percepción por parte de Tower "de la realidad de que este hombre era inanalizable por mi y que la verdadera dificultad contratrasnferencial radicaba en mi ilusión de que podía tratarlo". Se habían producido algunos logros terapéuticos, pero Tower se fue percatando que habia un tono denigrante hacia su esposa y la analista, que permanecía tan nebulosamente oculto y que nunca pudo sacar a la luz para lidiar con él. La analista se fue "identificando cada vez más con, y sintiendo mayor simpatía por, su esposa" debido a esta actitud denigrante. Pero, en el fondo, la razón por la que este paciente no interesaba a la analista era porque "no tenía una fuerza que al movilizar fuera capaz de plegarme a su voluntad, como ocurrió con el primer paciente. Por el contrario, por la profunda organización anaclítica de su yo, su máximo potencial habría sido seducirme para que yo lo plegara hacia mi voluntad" (21).

La situación determinante se produjo cuando, "de manera repentina e impredecible, desarrolló un estado depresivo esquizoide". L. Tower no advirtió que esto podía suceder, tenía poco material para comprenderlo y antes de poder evaluar lo que estaba pasando, el paciente vino a una cita un día a las cinco de la tarde, después de varios dias de intensa angustia y fantasías suicidas obsesivas, llegó muy agitado, y rapidamente las fantasías dieron paso a "una explosión de sentimientos homicidas de tal envergadura que verdaderamente me alarmé. Sentí que estaba muy cerca de un colapso yoico y que bien podría saltar por la ventana o tirarse por la escalera de incendios por temor a sus ideas homicidas" (22) Tower asegura entonces que después de ese episodio "nunca más confié en mi habilidad para trabajar psicoanalíticamente con este hombre". No volvió a recibirlo fuera de horarios hábiles y finalmente hizo "arreglos para que fuera a tratamiento con otra persona", pensando que esos problemas se podrían perelaborar "con un analista hombre, a quien este paciente pudiera percibir como una persona capaz de controlarlo". Para L. Tower, "su yo masculino tan solo podía repararse por identificación e incorporación real de un yo masculino en una situación de tratamiento con un hombre y, tal vez, sólo después de experimentar una intensa transferencia homoerótica pasiva" (23)

Por contraste, "el defecto en el yo masculino del primer hombre verdaderamente se reparó mediante una pequeña victoria sobre mí en la transferencia (...) en su yo había controles incorporados que inconscientemente alcancé a percibir", lo que le permitió responder "sin demasiada angustia y en una pequeña, pero crucial medida, como una mujer ante un hombre, al mismo tiempo que mi relación dominante con él era la de doctor y paciente". En cambio, en el segundo caso, los controles estaban ausentes y "tendrían que haberse adquirido mediante identificación e incorporación antes de que él pudiera experimentar la vivencia afectiva de su sadismo subyacente o llevarme a confiar en él como mujer" (24).

Lucía Tower completa su reseña comentando que algunos años antes analizó a un joven con los mismos problemas y estructura de personalidad que el primero de estos dos casos, y su análisis "llegó a la misma profundidad con una intensidad afectiva mutua similar". Pero el caso no pudo concluir de forma exitosa, por otras complicaciones contratransferenciales: "nunca pude decidir si éste era uno de esos raros casos en los que el analista debe promover, en forma activa, un divorcio" (25). Los dos factores que operaron en L. Tower fueron, por un lado, su "incomodidad con el afecto transferencia-contratransferencia actuó como obstáculo en la perelaboración de ese problema", y por el otro, se sintió intimidada "por la presión de un agresivo analista de mayor edad, que estaba tratando a la esposa y que habia hecho patente su determinación de que este matrimonio funcionara". Resultado, Tower terminó el caso en forma prematura, con los acuerdos y racionalizaciones mutuos de costumbre, y con un consiguiente acting-out agresivo de parte del paciente que "percibió, en forma correcta, lo que yo inconscientemente le había hecho" (26)

La contratransferencia para Lucia Tower

El artículo sobre la contratransferencia de Lucia Tower es practicamente el único por el que se la recuerda. Para Tower, "resulta sorprendente que la existencia de un fenómeno natural e inevitable, tan cargado de posibilidades para el conocimiento haya sido objeto de la censura durante 45 años" (27) (desde que Freud la la mencionara por primera vez en 1910 - al tiempo que la condenaba: "exigirle (al médico) que la discierna dentro de sí y la domine" - hasta 1956, fecha del artículo de L. Tower). Para ella, al condenar la contratransferencia, se ha obstaculizado la formación de los analista, pues se ha generado en su lugar un código moral que determina qué se espera de ellos y qué está vedado (28). L. Tower conjetura que "en muchos - si no es que en todos - los tratamiento analíticos intensivos se desarrolla algo en el género de estructuras contratransferenciales (quizás incluso una "neurosis") que son el equivalente esencial e inevitable de la neurosis de transferencia", las cuales "funcionan como una especie de agente catalítico en el proceso terapéutico. Su comprensión por parte del analista puede ser tan importante para la resolución de la neurosis de transferencia como lo es su comprensión intelectual de este fenómeno, tal vez porque representan, por decirlo de alguna forma, el vehículo para la comprensión emocional, por parte del analista, de la neurosis de transferencia. Ambas, neurosis de transferencia y estructura contratransferencia, parecen intimamente ligadas en un proceso viviente" (29)

El interés de L. Tower por la contratransferencia parte de su propio análisis personal ya que fue "al observar pequeños fenómenos contratransferenciales de mi propio analista", "evidencias de procesos más profundos que había percibido latentemente y que habían despertado en mi alguna de mis respuestas más significativas al análisis", que "sentí que eran el meollo esencial y vivo (the vital living core) del propio análisis", según testimonia en el "borrador" de su artículo (30) . Así fue que, desde temprano se interesó en sus propias respuestas ante sus pacientes, y al momento de su artículo tiene asumido que conforman "una parte integral de cada tratamiento analítico", que en cada análisis, hay una "neurosis contratransferencial". Para L. Tower, "tal vez el desarrollo de un cambio mayúsculo (en el paciente) sería imposible sin que haya, cuando menos un cambio menor (en el analista)" (31) .

Para Gloria Leff, al plantear que la situación analítica es inevitablemente erótica, el analista se arriesga, siempre sin saberlo, a vivir algunas consecuencias derivadas de su postura en ella. A modo de ejemplo, la posición de L. Tower, con el paciente del análisis exitoso, fue responder "como mujer ante un hombre", en el sentido de que "la contratransferencia puede ponerse a jugar a la manera de un artificio" (32)

Notas

(1) Lucia Tower, "Contratransferencia", traducción al castellano de Luana Lopez Llera, publicado en el tercer número de la revista "Me cayó el veinte".
"Countertransference", Journal of the American Psychoanalytic Association, 4:224-255 (1956)

(2) Idem, página 127

(3) Idem, página 128

(4) Idem, página 129

(5) Idem

(6) Idem, página 130

(7) Idem, página 131

(8) Idem, página 132

(9) Idem

(10) Idem

(11) Idem, página 133

(12) Idem

(13) Idem, página 134

(14) Idem, página 135

(15) Idem, página 135/6

(16) Jacques Lacan, El Seminario, Libro X, La angustia, Editorial Paidós, página 212

(17) Jacques Lacan, El Seminario, Libro VIII, "La transferencia", Editorial Paidós, página 433:
"El falo se encarna precisamente en lo que le falta a la imagen. Ahí se origina todo lo que será la secuencia de la relación del sujeto con el objeto del deseo. El horizonte de la relación con el objeto no es, ante todo un relación conservadora. Se trata, si puedo expresarme así, de interrogar al objeto acerca de lo que lleva en el vientre. Esto se desarrolla a lo largo de la línea en la que tratamos de aislar la función de a minúscula, la línea propiamente sadiana, por la que el objeto es interrogado hasta las profundidades de su ser, solicitado para que se muestre en lo que tiene de más oculto, para rellenar esta forma vacía y como tal fascinante. ¿Hasta donde puede el objeto soportar la pregunta? Quizas hasta el punto en el que se revela la última falta en ser, hasta el punto en el que la pregunta se confunde con la destrucción misma del objeto".

(18) Jacques Lacan, El Seminario, Libro X, La angustia, Editorial Paidós, página 212

(19) Idem, página 213

(20) Idem, página 213.
En la estenotipia dice diferente: "una relación, por una vez, que no es más que una relación con un deseo como tal, así fuese tan complejo (...) nunca es al fin de cuentas, más que una relación con la cual puede conservar sus distancias".
Es decir, en la estenotipia se subraya que se pueden conservar las distancias, y en Paidós se pone el acento en la dificultad para poder mantener esas distancias

(21) Lucia Tower, op. cit., página 136

(22) Idem, página 136

(23) Idem, página 137

(24) Idem

(25) Idem

(26) Idem, página 138

(27) Idem, página 116

(28) Lucia Tower fue miembro del Comité de Estándares Profesionales de la American Psychoanalytic Association

(29) Lucía Tower, op. cit, página 122

(30) Gloria Leff, op. cit, página 147

(31) Lucía Tower, op. cit, página 123

(32) Gloria Leff, op. cit, página 157

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