Michel Sauval - Psicoanalista Jacques Lacan, Seminario "La angustia", Lectura y comentarios de Michel Sauval

Notas y comentarios
Sesión del 3 de julio de 1963

Angustia y deseo

Esta sesión resume el límite y la función de la angustia.

La primera precisión es respecto de la noción freudiana de angustia como señal. Para Freud esa señal es señal de peligro, de peligro vital (1). Para Lacan, ese peligro está ligado al "carácter de cesión del momento constitutivo del objeto a" (2), precisando, respecto de Freud, que ese momento de función de la angustia es anterior a esa cesión del objeto. Es decir, la situación de peligro corresponde a un momento previo a la cesión del objeto.

Como ya lo ha señalado, la angustia se manifiesta, en primera instancia, en relación al deseo del Otro. La función angustiante del deseo del Otro está ligada a que "no sé qué objeto a soy para ese deseo".
Pero eso no se articula plenamente, no toma forma ejemplar, sino en el cuarto nivel estádico, el nivel escópico.

Sólo en ese nivel es completada la plenitud específica por la cual el deseo humano es función del deseo del Otro, y la angustia puede ligarse a esa fórmula: "no sé qué objeto a soy para el deseo del Otro".
Ese es el nivel en que puede convocarse la fabula ejemplar en la que el Otro sería un Otro radical, "esa mantis religiosa de deseo voraz con la que no me vincula ningún factor común" (3).
En cambio, con el otro humano, me vincula mi condición de semejante, y lo que ahí queda del "yo no sé" angustiante es un desconocimiento fundamental de lo que es el objeto a en la economía de mi deseo.
Ese cuarto nivel es donde el objeto a está más enmascarado, donde el sujeto está más asegurado respecto a la angustia.

Esto es lo que vuelve necesario que la búsqueda de la huella del objeto a, en cuanto al momento de su constitución, deba hacerse en los otros niveles.
Aunque el Otro, por esencia, está siempre ahí, en su plena realidad, el desarrollo no proporciona un acceso igual a esa realidad del Otro.

Estadio oral y grito

En el primer nivel, esta realidad del Otro está presentificada por la necesidad.
Aunque es recién en el segundo tiempo que, con la demanda del Otro, algo puede desprenderse que permita "articular de un modo completo la constitución del objeto a respecto a la función del Otro como lugar de la cadena significante" (4), eso no signi
fica que la angustia no aparezca antes. En particular, Lacan señala el momento de manifestación de angustia que es el grito, del que ya ha situado la función como relación - no original, sino terminal - con lo que constituye el corazon mismo de ese otro en tanto, en un momento, alcanza la forma de nuestro prójimo (5). La diferencia con aquél efecto de cesión es que "con el grito que se le escapa al recién nacido, él nada puede hacer al respecto. Ahí ha cedido algo, y ya nada lo vincula a ello" (6).

Esa angustia original ya ha sido referida al momento dramático de la emergencia del organismo al mundo en el que va a vivir. Si la angustia ha sido designada por Freud como señal de algo, debemos reconocer como trazo esencial, la intrusión radical de algo tan diferente al ser humano vivo como es ya el pasar a la atmosfera. Trazo esencial por el que el ser viviente humano que emerge en este mundo en el que debe respirar es ante todo literalmente ahogado, sofocado, por lo que se ha llamado "trauma del nacimiento". Trauma que "no es la separación de la madre sino la aspiración en sí de ese medio profundamente otro" (7).

La relación del destete con ese primer momento no es una relación simple, una relación de fenómenos que se recubren, sino más bien cierta relación de contemporaneidad.
No es que el niño es destetado: él se desteta, se desprende del seno, él juega a desprenderse y retomar ese seno. Esa actividad, asi como los hechos muy primitivos de rechazo del seno, las primeras formas de la anorexia, plantean la articulación de "un deseo de destete" (8).
Para funcionar auténticamente como el objeto en juego en la ruptura del vínculo con el Otro que plantea la teoría clásica, a ese objeto le falta su vínculo pleno con el Otro. Su vínculo es más cercano al lactante. Ese objeto no es del Otro, no es el vínculo del Otro que hay que romper, es como mucho, el primer signo de ese vínculo. Por eso tiene relación con la angustia, y es también la primera forma que hace posible la función del objeto transicional (aunque no sea el único) (ver notas y comentarios).

Estadio anal e inhibición

Ya hemos visto la articulación mucho más característica que el objeto anal nos permite concebir de "la función del objeto a, en tanto que primer soporte de la subjetivación en la relación con el Otro" (9), es decir, aquello por lo cual el sujeto es requerido por el Otro, a manifestarse como sujeto que ya tiene para dar lo que es. La entrada al mundo de lo que él es no puede ser más que "como resto, como irreductible respecto a lo que le es impuesto de la impronta simbólica" (10).
Lo que él es, ahí, es ante todo, lo que tiene para dar. Y es a este objeto que está suspendido, como al objeto causal, "lo que va a identificarlo primordialmente al deseo de retener" (11).

La primera forma evolutiva del deseo se emparenta así con el orden de la inhibición.
Cuando el deseo aparece por primera vez como formado, se opone al acto mismo por el que su originalidad de deseo se había introducido. Si está claro que en el estadio precedente, "es al objeto que está suspendida la primera forma de deseo que elaboramos como deseo de separación", en la segunda forma, "
la función de causa, que le doy al objeto, se manifiesta en que la forma del deseo se vuelve contra la función que introduce el objeto a como tal" (12).
Ese objeto ya está dado, como producto de la angustia, puesto a disposición de la función determinada por la introducción de la demanda.
Es un objeto elegido por su cualidad de ser especialmente cesible, de ser originalmente soltado. .

En ese punto de inserción primitivo del deseo, ligado a la conjunción, en un mismo paréntesis, del objeto a y la demanda D (a <> D), tenemos esto de un lado (...<>D), y del otro lado, la angustia. Y "es en el intercambio de estas posiciones de la angustia y de lo que para el sujeto tiene que constituirse en su función de ser representado por a, función que seguirá siendo esencial hasta el final", donde se encuentra el nivel en que debemos sostenernos "si queremos considerar verdaderamente lo que corresponde a nuestra función técnica" (13).

Deseo del Otro

La angustia está disimulada en la relación que llamamos ambivalente del obsesivo, relación que simplificamos cuando la reducimos a la agresividad.
Ese objeto que no puede impedirse retener como el bien que lo hace valer, pero que no es, de él, más que el deyecto, esas son las dos caras por donde determina al sujeto mismo como compulsión y como duda.
Es de esta oscilación entre dos puntos extremos que depende el paso, momentáneo y posible del sujeto por ese punto cero donde el sujeto queda enteramente a merced del otro, en sentido dual.

Este problema ya fue abordado en la segunda sesión del seminario cuando contrapuso la concepción de deseo en tanto deseo del Otro, para la dialéctica Hegeliana { d(a) : d(A) < a } y para Lacan { d(a) < i(a) : d() } (ver notas y comentarios).
El punto en que esas relaciones se recubren, punto parcial que permite definir esa relación como de agresividad, es el punto que la fórmula define cuando igualamos a cero el momento de ese deseo, es decir, la fórmula 4 de aquella sesión (ver notas y comentarios).

Recordemos, la fórmula 3 retoma la fórmula 1 del deseo para Hegel, reemplazando a por una x :
d(x) : d(A) < x
para evidenciar que "la angustia es lo que da la verdad de la fórmula hegeliana"

La fórmula 4, en cambio, tiene dos partes:
d(0) < 0 : d()
d(a) : 0 > d(0)

cuya escritura palindrómica, como vimos (ver notas y comentarios) sería:
d(a) : 0 > d(0) < 0 : d()

La parte que vuelve a escribir aquí Lacan es d(a) : 0 > d(0)
Recordemos como se leen. El signo " : " es equivalencia y los signos " < " y " > " son deseo de.
La lectura que indica Lacan es: deseo de a, "deseo en tanto que determinado por el primer objeto característicamente cesible" (14).
En la sesión del 16 de enero, Lacan señalaba, en relación a la intención sádica, que no es tanto el sufrimiento del otro lo que busca sino su angustia: "Lo indiqué con esta pequeña sigla, $ 0. En las fórmulas de mi segunda lección de este año, les enseñé a leerlo, no es o, la letra, sino cero" (15), confirmando lo señalado en la sesión del 21 de noviembre respecto de la escritura de la fórmula: "lo que se debe leer aquí no es la letra o, sino cero" (16).
Lo que la referencia de la sesión del 16 de enero permite precisar es la búsqueda de "la angustia del otro, su existencia esencial como sujeto en relación con esa angustia" (17).

Lo que Lacan señala ahora, de esa fórmula, es el 0 como el primer objeto característicamente cesible.
Ahí, el sujeto se encuentra confrontado con lo que en la fenomenología hegeliana se traduce como "imposibilidad de coexistencia de las consciencias de si", que no es otra cosa que la imposibilidad para el sujeto, al nivel del deseo, de encontrar en él mismo su causa.

Aquí se esboza la coherencia de la función de causa con el fantasma característico de un pensamiento que "se conforta con la existencia, en algún lugar, de un ser a quien la causa no le sería ajena", como compensación ante la el hecho que "la causa del deseo, el ser humano está de entrada sometido a haberla producido en medio de un peligro que él ignora" (18).

Lacan asocia a esto, "el tono supremo y magistral" con el que resuena, en el corazón de la escritura sagrada, el "todo es vanidad" del Eclesiastés (19), porque esta temática de la vanidad es la que da su acento, su alcance, a la definición hegeliana de la lucha, la lucha original y fecunda - de la que parte la "Fenomenología del Espíritu" - "la lucha a muerte por puro prestigio", es decir, una lucha por nada.

El obsesivo y la agresividad

Darle vueltas a la cura del obsesivo en torno a la agresividad es "introducir en su principio la subducción del deseo del sujeto al deseo del analista" (20). Este deseo, como todo deseo, se articula en otra parte que en su referencia interna al a, y ahí se identifica con el ideal que el analista ha obtenido, o cree haber obtenido, respecto de la realidad. Ideal al que el deseo del paciente estará obligado a doblegarse.
Pero el objeto a no es esta vanidad. Si ese objeto es definido como resto, como lo que es irreductible a la simbolización en el lugar del Otro, es lo único de la existencia que se hace valer. No en su facticidad, ya que esta solo podría situarse respecto a una pretendida y mítica necesidad noética que se auto postularia como primera. "No hay ninguna facticidad en ese resto donde se arraiga el deseo que culminará en la existencia" (21).

Deseo y goce

Como resto precario y entregado, soy para siempre el objeto cesible, el objeto de intercambio. Y este objeto es "el principio que me hace desear, que me hace el deseante de una falta, que no es una falta del sujeto, sino una falta hecha al goce que se sitúa en el nivel del Otro" (22). Y es por eso que "toda función de a no hace más que referirse a la hiancia central que separa, en el plano sexual, el deseo del lugar del goce, y nos condena a que necesariamente para nosotros el goce no le esté, por naturaleza, destinado al deseo. El deseo no puede más que ir a su encuentro, y para encontrarlo, debe no sólo comprender sino franquear el fantasma mismo que lo sostiene y lo constituye" (23).

Este tope que se llama angustia de castración, también podría llamarse "deseo de castración", ya que en la falta central que separa el deseo del goce, ahí también hay un deseo suspendido cuya amenaza, para cada uno, no está hecha sino de su reconocimiento en el deseo del Otro. En el límite, el Otro, cualquiera sea en el fantasma aparece como el agente de la castración.

La posición es más confortable para la mujer, en la medida en que el asunto ya está realizado. Eso es lo que hace más especial su vínculo con el deseo del Otro, y por lo que Kierkegaard puede decir que "la mujer es más angustiada que el hombre" (24).
El deseo, en tanto que es deseo de deseo, es decir, tentación, nos devuelve a esta angustia en fu función más original. "La angustia, al nivel de la castración, representa al Otro si el encuentro con el doblegamiento del aparato nos da aquí el objeto bajo la forma de una carencia" (25).

Edipo nos da el primer ejemplo de castración atraída, asumida, deseada. Edipo es aquel que quiere pasar auténticamente, y míticamente también, al cuarto nivel, "aquel que quiere violar la prohibición que afecta a la conjunción del a, aqui -, y de la angustia, aquel que quiere ver lo que hay más allá de la satisfacción lograda de su deseo" (26). El pecado de Edipo es que él quiere saber. Y eso se paga con el horror de ver "sus propios ojos, a, arrojados al piso". Obviamente, esta no es la estructura ni el destino obligado del cuarto nivel, razón por la cual el drama humano no es trágico sino cómico: "tienen ojos para no ver", y no es necesario que se los arranquen.
La angustia es suficientemente rechazada, desconocida, "en la sola captura de la imagen especular i(a), de la que lo mejor que se podría anhelar es que ella se refleje en los ojos del Otro" (27).

Notas

(1) Sigmund Freud, "Inhibición, síntoma y angustia", Obras Completas, Editorial Amorrortu, Tomo XX, página 130
Lo común entre la situación de insatisfacción y la vivencia del nacimiento "es la perturbación económica por el incremento de las magnitudes de estímulo en espera de tramitación; este factor constituye, pues, el núcleo genuino del peligro"
(ver notas de lectura),

(2) Jacques Lacan, El Seminario, Libro X, "La angustia", Editorial Paidós, página 351

(3) Idem, página 352

Jacques Lacan, El Seminario, Libro VIII, "La transferencia", Editorial Paidós, Capítulo 26 (sesión del 14 de junio 1958)
"Si la angustia es esta relación de sostén del deseo allí donde el objeto falta (manque), encontramos esta cosa de la que tenemos experiencia y es que, para revertir la fórmula, el deseo es un remedio a la angustia".

(4) Idem, página 352/3
Seuil y Paidós dicen "compleja" donde la estenotipia y las transcripciones de Staferla y Roussan dicen "completo", tal como se puede verificar en el tiempo 13.40 del audio

(5) En el punto 17 "El recordar y el juzgar" del "Proyecto de Psicología", Freud articula el gritar con la constitución del "complejo del prójimo", del siguiente modo:
"Supongamos ahora que el objeto que brinda la percepción sea parecido al sujeto, a saber, un prójimo. En este caso, el interés teórico se explica sin duda por el hecho de que un objeto como este es simultáneamente el primer objeto-satisfacción y el primer objeto hostil, así como el único poder auxiliador. Sobre el prójimo, entonces, aprende el ser humano a discernir. Es que los complejos de percepción que parten de este prójimo serán en parte nuevos e incomparables -p. ej., sus rasgos en el ámbito visual-; en cambio, otras percepciones visuales -p. ej., los movimientos de sus manos- coincidirán dentro del sujeto con el recuerdo de impresiones visuales propias, en un todo semejantes, de su cuerpo propio, con las que se encuentran en asociación los recuerdos de movimientos por él mismo vivenciados. Otras percepciones del objeto, además -p. ej., si grita- despertarán el recuerdo del gritar propio y, con ello, de vivencias propias de dolor. Y así el complejo del prójimo se separa en dos componentes, uno de los cuales impone por una ensambladura constante, se mantiene reunido como una cosa del mundo, mientras que el otro es comprendido por un trabajo mnémico, es decir, puede ser reconducido a una noticia del cuerpo propio. A esta descomposición de un complejo perceptivo se llama su discernimiento; ella contiene un juicio y halla su término cuando por último alcanza la meta. El juicio, como se advierte, no es una función primaria sino que presupone la investidura, desde el yo, del sector dispar; en principio no tiene ningún fin práctico, y parece que al juzgar se descarga la investidura del ingrediente dispar, pues así se explicaría por qué las actividades, «predicados», se separan del complejo-sujeto mediante una vía más laxa" (Sigmund Freud, "Proyecto de Psicología", Obras Completas, Editorial Amorrortu, Tomo I, página 377).
Jacques Lacan aborda esa referencia de Freud en la segunda sesión del seminario VII "La ética del psicoanálisis":
"El objeto en tanto que hostil, nos dice Freud, solo se señala a nivel de la consciencia en la medida en que el dolor hace brotar un grito del sujeto. La existencia del feindkiche Objekt como tal, es el grito del sujeto. Esto está articulado desde el Entwurf. El grito cumple allí una función de descarga y desempeña el papel de un puente a nivel del cual algo de lo que sucede puede ser atrapado e identificado en la consciencia del sujeto. Ese algo permanecería oscuro e inconsciente si el grito no viniese a dar, en lo tocante a la consciencia, el signo que le confiere su peso, su presencia, su estructura - con, al mismo tiempo, el desarrollo que le da el hecho de que los objetos mayores de lo que se trata para el sujeto humano son objetos hablantes, que le permitirán ver revelarse en el discurso de los otros los procesos que habitan efectivamente su inconsciente" (Jacques Lacan, El Seminario, Libro VII "La ética del psicoanálisis", Editorial Paidós, página 45)

(6) Jacques Lacan, op. cit., página 353.

(7) Idem, página 354

(8) Idem

(9) Idem, página 355

(10)Traducción de la estenotipia.
Página 355 de la edición Paidós.

(11) Idem.
En Paidós transcriben: "de este objeto, en cuanto objeto causal, depende aquello que primordialmente identificará el deseo con el deseo de retener" (subrayado mío) (Página 355)

(12) Traducción de la estenotipia.
Página 355 de la edición Paidós

(13) Traducción de la estenotipia.
Página 356 de la edición Paidós

(14) Jacques Lacan, op. cit., página 357

(15) Idem, página 117

(16) Idem, página 34

(17) Idem, página 117

(18) Traducción de la estenotipia.
Página 357 de la edición Paidós

(19) "Todo es vanidad", versículo 1.2 del Eclesiastés
En hebreo se escribe "ךוח" - se lee Rūah - y significa "viento, aliento, vaho, cosa que se borra".
Motivo por el cual Lacan asocia la ambiguedad, al artículo de Jones sobre la concepción de la Madona por la oreja (Ernest Jones, "Madonna's conception through ears", Jahrbuch der Psychoanalyse, 1914, vol. 6).

(20) Jacques Lacan, op. cit., página 357

(21) Traducción de la estenotipia.
Página 358 de la edición Paidós

(22) Idem

(23) Idem

(24) Idem, página 359

(25) Idem

(26) Idem

(27) Traducción de la estenotipia.
Página 359 de la edición Paidós
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